El 2 de diciembre de 1993, Pablo Escobar, el mayor narco de toda la historia, murió de un balazo. Tenía solo 44 años pero, en ese tiempo, había conseguido reunir una de las mayores fortunas del planeta. Para ello, no había dudado, además de extorsionar, secuestrar y asesinar cuántas vidas había creído necesario, en traficar con drogas, armas y, por supuesto, con millones de animales.

Tras su muerte, las autoridades ordenaron el embargo inmediato de todos sus bienes, entre ellos, la Hacienda Nápoles, una finca emblemática situada en el Valle del Río Magdalena, en Colombia. En realidad, ahí empezaron todos los problemas

Dentro de la misma se concentraba todo el lujo posible: 6 piscinas, 27 lagos artificiales, varias pistas de aterrizaje de aviones, helipuertos, hangares, una gasolinera propia, una gran hípica y, por supuesto, un completo zoo repleto de animales salvajes. Todo era poco para "auto recordarse" que, gracias a la cocaína, él era el rey del mundo.

Cuando las autoridades llegaron para intervenir la finca no podían dar crédito. Había leones traídos directamente de África. También ejemplares de tigres, elefantes, jirafas y rinocerontes. Hasta existía una docena de orangutanes comprados en el mercado negro a 200.000 dólares cada uno. Por supuesto, no hace falta decir que, ni un solo animal, poseía documentación alguna. Su procedencia era totalmente ilegal.

El caso es que, los expertos desplazados hasta allí, comenzaron su trabajo. Primero realizaron un inventario de los animales y, luego, todos, absolutamente todos, fueron retirados y trasladados a zoos cercanos... O, al menos, eso creyeron.

No se dieron cuenta que, en las mismísimas entrañas de uno de los lagos, sumergidos la mayor parte del tiempo, vivían también 4 ejemplares impresionantes de hipopótamos africanos que, aguardaron durante semanas en su escondite, hasta que, finalmente, el hambre les pudo. Fue entonces cuando por fin salieron e iniciaron el camino hacia el río en busca de pastos mejores. Y, desde luego, los encontraron. De hecho, se adaptaron tan bien al medio y se reprodujeron de tal forma que, hoy en día, Colombia posee uno de los problemas medio ambientales más graves de toda América. Para que se hagan sólo una idea: no se sabe el número exacto de hipopótamos existentes en la zona pero, nadie piensa que bajen del centenar. Ahora se está intentando buscar sitio para todos ellos pero, no es fácil. Piensen que, cada uno de ellos, come más de diez mil euros al año en fruta y, evidentemente, nadie quiere hacerse cargo del gasto. En fin que, como siempre, cuando el hombre se mete a Dios, el resultado nunca son bondades sino maldades.