El maltrato hacia los animales tiene muchas caras y todas malas. Se presenta unas veces en forma de abandono; otras, de palizas y golpes físicos, y, cada vez más, en forma de envenenamientos que acaban con la vida de miles de animales.

En España, desgraciadamente, todos los años se dan multitud de casos, pero, evidentemente, no es algo que se produzca sólo aquí.

Desde hace meses, en Saint-Pierr la Mer, una localidad francesa cerca de Perpiñán, no se habla de otra cosa. La aparición de más de 200 gatos muertos por envenenamiento en tan solo un mes ha causado alarma social. Los cadáveres aparecen en cualquier lugar y el número de bajas sigue aumentado.

Varias asociaciones animalistas están investigando lo ocurrido y han encargado la autopsia de algunos de los animales. Los primeros resultados son demoledores: los animales son envenenados con una especie de pasta formada por perdigones, cannabis y líquido refrigerante usado para vehículos -este último, aunque es pura dinamita para el estómago de los felinos, sin embargo posee un sabor agradable para éstos, lo que les hace, irremediablemente, caer en la tentación-.

De momento, nada se sabe de quién puede estar detrás de tal salvajada, pero lo sucedido me ha recordado al primer caso de envenenamiento de gatos al que me enfrenté. Fue hace años en una urbanización que, de la noche a la mañana, se llenó de los cadáveres de docenas de gatos muertos.

El tóxico utilizado en aquella ocasión permitió identificar al responsable de los hechos rápidamente. Se les envenenaba con un tinte usado sólo en peluquerías. Descubrir al culpable en aquella ocasión fue relativamente fácil: sólo un vecino era peluquero.

Supongo que aquello debió ser la suerte del principiante porque, desde entonces hasta ahora, hemos actuado en numerosos casos de envenenamientos y hasta organizado concentraciones y manifestaciones para intentar descubrir al culpable de los mismos pero, desgraciadamente, identificarlo no suele ser tarea fácil.

Y es que, esta legión de locos, maniáticos y sádicos suele actuar siempre solos y a escondidas, haciendo gala de lo que son: unos auténticos asesinos, miserables y cobardes. En definitiva, son personas carentes de escrúpulo alguno que, aunque parecen estar vivas porque respiran, en realidad no lo están porque no sienten.

Por eso, si ve algo o a alguien extraño en las colonias gatunas de su entorno, no dude en comunicarlo a la Policía. A menudo, esas denuncias son la única posibilidad para muchos animales de seguir viviendo.