En un pueblo de Extremadura, recientemente, han colocado un petardo en la boca de un gato y lo han hecho estallar ¿Se trata, quizás, de un caso aislado? Para nada, es uno de los maltratos más habituales que existen. Hace tan sólo unos días, otro gato ha aparecido igual en Madrid. Hoy, aún, siguen en una clínica veterinaria luchando por salvar su vida.

1º ¿Víctimas? Los animales, por supuesto. Seres indefensos ante la voluntad humana. En estos casos, habitualmente, se trata de gatos callejeros abandonados por sus dueños. No se engañen, no han nacido en la calle, se han criado en un hogar. Por eso, porque confían en los seres humanos, porque se acercan a ellos en busca de calor y amistad, son víctimas perfectas para estos asesinos que, se aprovechan de su confianza, para colocarles un petardo ardiendo en la boca y hacerles que estalle su lengua, su paladar y sus dientes, quemándoles el interior de su cuerpo ¡Pobres animales!

2º ¿Culpables? Por un lado, los dueños que los abandonaron, personas que dijeron adiós a sus animales sin mirar atrás, sin importarles lo más mínimo su negro futuro.

Por otro, por supuesto y evidentemente, el autor de los hechos. Según la legislación vigente se trataría de un delincuente que ha cometido un delito de maltrato castigado con pena de cárcel pero, según la sabiduría popular, no es sino un mal nacido, un energúmeno, cafre y asesino, uno de esos seres siniestros, de nula sensibilidad y raciocinio, que, aunque respiran, caminan y comen, en realidad, están muertos desde el mismo día en que nacieron. Sencillamente, son basura que ensucia la vida.

3º ¿Soluciones? Más vigilancia. Mayores penas. Más educación. Más concienciación. Y, sobre todo, mucha más protección para esos pobres gatos callejeros que, abandonados, cada noche duermen sobre el asfalto y maúllan bajo la luna sin saber si mañana volverán a ver la luz del día.