En Asturias

Carmen Lomana celebra San Valentín desempolvando su boda en Llanes hace 48 años: "Éramos dos pipiolos que se adoraban"

El enfado del padre, la fabada de antes de la boda, la sidra de la noche, dos rosas y otros recuerdos del enlace de la celebrity con el chileno Guillermo Capdevila, fallecido en 1999

Carmen Lomana el día de su boda con Guillermo Capdevila.

Carmen Lomana el día de su boda con Guillermo Capdevila. / INSTAGRAM C. LOMANA

A. Rubiera

Carmen Lomana ha hecho felices a muchos de sus seguidores desempolvando, por San Valentín, fotos “anaranjadas” de su boda en Llanes en 1974. “Hoy me apetece, por el dia de los enamorados, poner estas fotos de dos ‘pipiolos’ que se adoraban el día de su boda. Estábamos más contentos que unas pascuas. Fue un 13 de Diciembre. Santa Lucía, en Llanes, Asturias, rodeados de montañas y mar”, cuenta la ‘celebrity’, leonesa de nacimiento pero muy unida a Asturias.

Lo cierto es que en los últimos tiempos Lomana ha mostrado en los medios de comunicación más aspectos de su vida privada que nunca. En conversación con el periodista Joaquín Prat, Lomana reconoció recientemente que sabe bien lo que es “el dolor físico y el dolor del alma que se produce cuando te falta alguien. El dolor físico es tremendo, pero casi siempre es mucho más remediable porque hay medicación”, explicó, para ahondar en que “el dolor de la pérdida es incomparable con cualquier otra cosa porque es desolador y no se quita nunca”. Lo decía recordando el fallecimiento de su marido, en 1999, en un traumático accidente.

Lomana estuvo casada más de dos décadas con el chileno Guillermo Capdevila, un diseñador industrial al que conoció en una noche en un club de jazz del barrio londinense de Chelsea. Ella tenía 22 años; él, 23. Se casaron seis meses después, pese a la oposición de la familia de Lomana, que creían que era demasiado joven y se equivoacaba. Pero no.

Guillermo era el amor de su vida. Un amor que se truncó al fallecer él en un accidente de tráfico, tras perder el control del vehículo al resbalar con una placa de hielo. De la impresión y el dolor la “socialité” asegura que sufrió un herpes zoster con el que aún convive. “No podría explicar el agotamiento que me produce. Intento seguir con mi vida, pero muchas veces es complicadísimo”, ha contado recientemente. Sostiene que con el dolor de la pérdida “aprendes a vivir, pero hay fechas como la Navidad y días señalados en los que esa falta se hace todavía más dura”.

Y quizá uno de esos días especiales a los que se refería es, precisamente, el día de los enamorados.

De ahí que Lomana haya aprovechado para recordar en sus redes, y también en "El Confidencial", ese momento de su vida. Dice que organizó muy rápido su boda, y eso que la pareja estaba residiendo en Londres y ella quería casarse en Llanes. En Asturias está su lugar de veraneo desde que tiene uso de razón y sus mejores recuerdos de juventud. Su madre era leonesa-asturiana y Lomana siempre ha identificado Celorio y Llanes como un lugar de significado sentimental especial.

Llamó al párroco de Llanes y reservó el 13 de diciembre, día de Santa Lucía, “porque el 13 es mi número fetiche”, y luego contactó con el hotel San Ángel, “para encargar el menú de la cena por teléfono y un grupo para tocar porque, como digo siempre, una boda en la que no hay música no es boda ni es nada. Mis padres decían: 'Pero ¿cómo ha conseguido esta mujer organizarlo todo en tan poco tiempo?", ha explicado Lomana a “El Confidencial”. En su relato no escatima anécdotas, como que el día de la boda “fuimos con nuestros amigos a almorzar una fabada al restaurante Casa Canene, muertos de risa pues yo iba con los rulos en la cabeza… Lo único que nos importaba era estar juntos y nos sentíamos absolutamente felices".

Recuerda que se emocionó cuando vio a su futuro marido esperándola en el altar. Ella iba cogida del brazo de su hermano Carlos. Su padre, afirma, no la quiso llevar al altar como forma de hacer ver su enfado porque se casara tan joven.

Fue una celebración muy familiar y solo con los amigos más queridos; Lomana iba vestida de la reconocida diseñadora inglesa Marisa Martín con un traje de estilo victoriano y confeccionado con encajes antiguos de Irlanda. “El cuerpo se ajustaba a la cintura con un cinturón de seda bordado que era pura artesanía y la falda llevaba varias capas de encaje y tul. Todo ello rematado por un cuello alto y mangas jamón. Cuando mi madre lo vio, le encantó. Los zapatos, unas merceditas de tacón en blanco nacarado, me los hicieron a medida".

"La misma noche de la boda nos quedamos en el hotel Montemar, donde se hospedaban gran parte de nuestros invitados y con quienes brindamos con sidra en nuestra habitación hasta las tantas de la madrugada. Al día siguiente, y a bordo del Mini Cooper de mi madre, comenzamos nuestro viaje en Oviedo y como yo quería mostrarle a Guillermo la ruta de Castilla, continuamos viaje por León, Zamora, Ávila, donde, por cierto, nos pilló una nevada descomunal, y después, Madrid. Para rematar con unos días de mar en Jávea. Fue maravilloso". Y así lo recuerda 48 años después. Lomana enviudó en 1999. Y ayer su san Valentín lo vivió con los mejores recuerdos.

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