Al poeta Salvador Espriu le acompañaba una merecida fama de huraño, de místico avinagrado e insociable, pero ello no evitó que su entrevistadora, una mujer de 31 años que venía revolucionando el género del magazine televisivo, le aplicara el mismo tratamiento que a todos sus partenaires. No cabe descartar que la gravedad que destilaba el personaje fuera un acicate para ella. Sea como fuere, en un visto y no visto se inclinó levemente y posó la mano sobre el brazo derecho del Hombre de Sinera. La pregunta que vino detrás no defraudó.
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