La geometría, los colores, la visión caleidoscópica de la naturaleza, en fin, ese estado felizmente “alucinado” del que todos hemos disfrutado en la infancia, y que solo unos pocos adultos logran conservar y plasmar en obras catalogadas como arte, arquitectura y diseño de vanguardia, son, a mi entender, muestras del progreso de la cultura y la ciencia que generó el siglo XX.