Recuerdo perfectamente a aquellas chicas angulosas y desgarbadas mayores que yo, que revoloteaban por Tuset Street y la Diagonal, por Bocaccio en el barrio alto y por Los Tarantos en el barrio bajo; los tres puntos calientes de la movida barcelonesa conocida como gauche divine, que afloró en los años sesenta y decayó al final de los setenta. Fueron años de una picaresca que supo eludir el tufo del franquismo envolviendo sus talentos en un manto arrollador de frivolidad cosmopolita.