Está claro que a todos nos gusta tener la casa limpia, pero algo falla si las paredes están sucias. Por eso, es muy importante mantenerlas limpias y así tener una visión reluciente de toda la casa.

Por el uso diario, roces de ropa, zapatos y muebles, las pareces casi siempre acaban marrones, emborronadas y llenas de manchitas.

Da igual tener la casa limpísima si en medio de un muro blanco hay una mancha que se ve claramente. Algunas pinturas soportan una limpieza más profunda con agua y jabón, pero muchas otras no toleran este tipo de productos y lo único que podrás hacer será pintar.

Si lo que quieres es evitarlo a toda costa, te recomendamos lo siguiente.

El truco para evitar la pintura a toda costa

Hay alternativas para el que quiera dejar las paredes como si estuvieran recién pintadas sin recurrir a pinceles ni rodillos. Un pequeño truco que te ayudará a dejarlas blancas y relucientes en muy poco tiempo y casi sin esfuerzo.

Es muy simple y solo necesitas tres productos que seguro que tienes en tu casa: agua, lejía y un paño con el que frotar la pared.

A esta mezcla inicial se le puede añadir un extra. Un par de cucharadas de pintura y ya está. Todo listo para comenzar a limpiar la pared.

Cómo aplicarlo sobre la pared

Primero empapa el paño, la mezcla es líquida, por lo que tendrás que retirar el exceso de líquido y frotar la pared en la zona donde quieras limpiarla. Los resultados son inmediatos porque la mezcla se adhiere a la pared y el paño es ideal para extenderlo sin complicaciones.

Con un par de pasadas basta. Al principio el resultado parece que no va a ser el deseado y pueden seguir viéndose incluso algunas manchas o rayas, pero es cuestión de tiempo. Con paciencia, cuando se seque del todo, se volverá completamente blanca y no habrá rastro de los roces.

Otra las ventajas de este truco es el efecto limpiador de la lejía. A diferencia de la pintura, la lejía aporta una limpieza extra con blancura y desinfección.

Sin embargo, planificar la tarea de pintar o repintar, aunque solo sea una pared en casa, resulta bastante complicada y solo con plantearla a más de uno se le van las ganas.

Para empezar, hay que comprar pintura y preparar la estancia para evitar más suciedad. Retirar los cuadros, apartar los muebles y proteger el suelo para que las temidas gotitas de pintura no acaben por ensuciarlo también. Sin contar además con el más que evidente efecto de contraste que se dará entre la pared que se pinte y el resto que queden sin pintar.

La primera volverá a quedar reluciente, pero el resto parecerán ahora más sucias que antes.