Parece, con sus almenas de hormigón blanco, un castillo contemporáneo, y también una escultura hecha edificio. Sin duda, esta casa en Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona) es una obra absolutamente singular e irrepetible, por su desmesura y también por la obsesión por los detalles y los acabados. El arquitecto Erik Morvan y Sabine, su esposa escultora, la construyeron a su imagen y semejanza. Incluso la abrieron en el 2010 como museo privado. Ahora, la Nao, con 1.600 m2 habitables sobre un terreno de 6.300 m2, se vende por 18 millones de euros. La comercializa la inmobiliaria francesa Immo Best International.

Todo en la Nao, una de las mayores propiedades de la urbanización de lujo Supermaresme, está hecho a lo grande: siete suites, cada una con un baño -menos el dormitorio principal, que cuenta con dos, uno para cada miembro de la pareja, con sus vestidores-, hammam, chill out con zona de juegos, bodega, despacho, un bello taller de escultura abierto al jardín, un apartamento para el servicio, dos lavanderías, ascensor y un garaje para cinco coches. La espectacular piscina desbordante tiene vistas de 220 grados: desde el Mediterráneo hasta los pinares que rodean otras mansiones ocupadas por banqueros, deportistas de élite -Jorge Lorenzo tuvo una casa justo encima de esta- y millonarios de todo el mundo.

Morvan hizo una casa prácticamente sin ningún ángulo recto -de hecho, sólo lo hay en los cerramientos de las habitaciones- y llena de referencias al mundo marino, como las aberturas de los muros en forma de siluetas de peces o las claraboyas que recuerdan los ojos de buey de los barcos. El agua es un elemento tan omnipresente que incluso hay dos acequias con surtidor al estilo árabe: una en la piscina y otra a lo largo de la planta baja.

A la casa sólo le falta una cosa: aire acondicionado. Pero no lo necesita, su diseño hace que en verano sea fresca.