Decidirse o no a rehabilitar un antiguo edificio suele generar muchas dudas, fundamentalmente por el coste añadido que supone devolver a la vida construcciones cuya alma no se ha perdido del todo. Derribar o rehacer, esa es la cuestión. Nada mejor que confiar en los expertos que valorarán de forma justa qué hacer. Una cosa es segura, hay pátinas que solo el tiempo regala y que son difíciles de reproducir. Hoy les mostramos una rehabilitación magnífica, una buena muestra de lo que significa conservar desde la inteligencia. Y la belleza.

La reforma de esta casa en el casco antiguo de la localidad mallorquina de Sineu, unifamiliar, con planta baja y planta piso entre medianeras con cubierta de dos aguas y patio posterior es obra de la arquitecto Catalina Mestre. Su objetivo, rehacer una casa que en los últimos cuarenta años había permanecido deshabitada con el consiguiente deterioro que eso produce. La construcción presentaba graves patologías en su estructura, aún y así se decidió intervenir.

La condición de casa en esquina provocaba ciertas peculiaridades pero en esencia su tipología respondía a la casa tradicional de dos aguas. Las fachadas estaban alienadas a unas calles de trazado tortuoso y de poca amplitud. La estructura era de muros de carga de piedra con forjados de vigas de madera y entrevigados de marés.

La casa original se desarrollaba por entero en la planta baja, donde había dos habitaciones, la zona de estar y una cocina ocupando el patio. En la misma planta había también las dependencias destinadas a animales vinculadas al patio y a la cochería. En la planta piso, como en muchas casas de pueblo mallorquinas se encontraban las salas de almacenaje y un pajar.

La distribución original se había modificado con el paso de los años y había sido invadido por edificaciones anexas de poca calidad que lo habían hecho desaparecer como espacio libre y que impedían la correcta ventilación e iluminación de las estancias principales situadas en la segunda crujía.

El objetivo principal de la intervención consistió en la restitución y conservación del carácter tradicional propio de la casa adaptándola a las necesidades y comodidades exigidas por su nuevo propietario.

En primera instancia se consolidó la estructura y con ella las fachadas y las cubiertas. Se rehicieron los forjados utilizando vigas de tablón de hormigón para mantener el ritmo en los techos que habían marcado las vigas de madera retiradas. En las fachadas se respetaron las medidas y proporciones de las aperturas así como el tratamiento de su protección mediante persianas tradicionales. El patio posterior se liberó pero en el vaciado se decidió conservar el volumen del antiguo establo situado al fondo del solar. Es donde se integran un horno de leña y el cuello de la cisterna, dos elementos que se encontraban en perfecto estado a pesar de los años de desuso.

El programa funcional se desarrolla en la dos plantas. En la baja se encuentra la entrada, un despacho, un baño, una sala comedor, la cocina y la despensa vinculada a la cochería. En la planta piso se sitúan las habitaciones dormitorio, el balo y una lavandería con acceso directo a una pequeña terraza. El tendedero de toda la vida.

Para mantener la imagen de austeridad propia de las antiguas casas de payeses se apostó por la sencillez a la hora de seleccionar los materiales. En la planta baja, el suelo continúo de hormigón recuerda al antiguo suelo y el blanco de las paredes y techos responde a la voluntad de continuar con la tradición de blanquear con cal. Se recuperaron las puertas de madera existentes, solo en el caso de las ventanas se optó por hacerlas en madera de iroko, utilizando un doble cristal para dotar a la casa de mejores condiciones térmicas y acústicas.

Las zonas de día dan pie a una planta baja fluida que ha permitido respetar espacios y potenciar sus cualidades. Se ha conservado la percepción de amplitud de la entrada evitando que el muro del despacho llegue al techo. De esta manera no se interrumpe el ritmo de las vigas. Se mantiene la transparencia que da la secuencia de espacios, acceso, sala, patio. Y la relación de la sala con la cocina se articula a través de un arco de marés que había sido tapiado y que apareció cuando se derribó la antigua escalera. La nueva escalera se ha ubicado en la entrada para evitar que las zonas de estar se vean condicionadas por las circulaciones. Se ha planteado como un elemento ligero de estética claramente desvinculada de lo que podría haber sido la escalera original.

En la planta piso el forjado inclinado y el pavimento de tarima de madera dan a la zona un carácter más acogedor y recogido. La habitación principal ocupa lo que anteriormente había sido el pajar. En la medida y cierre de su ventana se aprecia todavía por donde corría la cuerda para subir la paja. Un anillo con el pasado y con la historia de una vivienda tradicional los pueblos mallorquines.