El verano es la época en la que miles de turistas se lanzan a visitar las costas de toda Europa, pero también sus ciudades más emblemáticas. Las capitales de sus países son visitas inexcusables para disfrutar y comprender la grandeza del Viejo Continente, la misma que se expresa a través de todas sus manifestaciones artísticas e históricas. Proponemos un repaso por diez de esos núcleos urbanos.

Roma

Si hablamos de atractivos históricos, la Ciudad Eterna es imbatible. La fundación de Roma data del año 753 antes de Cristo, una condición que hace de la capital italiana una visita imprescindible. La pequeña ciudad de agricultores a orillas del Tíber se transformó en una monarquía, luego en una república y más tarde en un Imperio que conquistó buena parte de Europa y transmitió toda su cultura e influencia a la civilización occidental. El Coliseo, el Foro, el Circo y los impresionantes Museos Capitolinos conservan toda la memoria de la antigua Roma. Y las decenas de pinacotecas e iglesias -sin olvidar los Museos Vaticanos- acogen también toda la riqueza artística del Renacimiento y el Barroco, con nombres indispensables en la historia del arte como Miguel Ángel, Rafael y Bernini.

Atenas

La otra ciudad europea sobre la que se asientan los pilares del pensamiento occidental es Atenas. La capital griega emergió en el siglo V antes de Cristo como una ciudad-estado, la 'polis' en la que arraigaron la democracia y las ideas de Platón y Aristóteles antes de pasar a dominio de Roma. Toda la gloria del clasicismo queda condensada en símbolos como el Partenón, ubicado en la Acrópolis, y el Templo de Zeus. La ciudad de la que se enamoraron románticos como Lord Byron es también donde se encuentra el gigantesco puerto de El Pireo, y el estadio Panathinaiko -que acogió los primeros Juegos Olímpicos- y donde la calidez de su clima llevan al turista a disfrutar también de todo el sabor del Mediterráneo.

Praga

La capital histórica de la región de Bohemia es una de las ciudades más importantes de Centroeuropa y su riquísima historia contiene influencias de distintas épocas. Ciudad Patrimonio de la Humanidad, sus orígenes datan del siglo VIII. Un siglo después se levantó uno de sus iconos, el castillo que lleva el nombre de la ciudad y al que se considera como una de las fortalezas medievales más importantes del mundo. Dentro de ella está la Catedral de San Vito, uno de los mayores ejemplos del gótico europeo. El Puente Carlos recibe este nombre por el monarca -Carlos IV- que lo mandó construir en 1357. Es imprescindible contemplar el impresionante reloj del siglo XV, incrustado en el edificio del antiguo ayuntamiento. Y, por último, para admirar y comprender mejor la ciudad, en necesario repasar toda su herencia judía.

San Petersburgo

Moscú es la capital de Rusia, pero no cabe duda de que algunas de las trazas históricas del país se hallan en la segunda ciudad del país. San Petersburgo es conocida fundamentalmente por ser la sede del prestigioso Museo Hermitage, entre cuyos muros se encuentran antigüedades griegas y romanas, arte oriental, valiosas joyas y lo más destacado del arte ruso prerrevolucionario. A su lado, el Palacio de Invierno, residencia de los zares y cuya caída en 1917 a manos de los soviets supuso uno de los hitos de la Revolución Rusa. La fortaleza de Pedro y Pablo es el punto en el que arrancó la fundación de la ciudad en 1703. A destacar también la grandiosa Iglesia del Salvador de la Sangre Derramada y los frescos que decoran el metro.

Berlín

Los avatares históricos que ha vivido Berlín a lo largo de su historia, que comienza en el año 1237, han sido múltiples. Primero fue una diminuta ciudad del Sacro Imperio Romano Germánico, más tarde fue la capital del Reino de Prusia y de la República de Weimar hasta que en 1933 se convirtió en el núcleo del poder de la Alemania fascista. La destrucción a la que se vio sometida en la Segunda Guerra Mundial no logró eliminar el aroma aventurero y alternativo de una ciudad con múltiples atractivos para el visitante: los restos del Muro de Berlín, la Puerta de Brandenburgo, el Reichstag (Parlamento alemán), el Memorial del Holocausto y la denominada Isla de los Museos, con colecciones que van desde la Antigüedad hasta el siglo XIX.

Ámsterdam

Los canales sobre el río Amstel conforman la postal más típica de la capital holandesa, una de las ciudades más visitadas en toda Europa todos los años. Fundada en el siglo XII, Amsterdam nació como un pequeño pueblo de pescadores pero rápidamente se transformó en uno de los núcleos comerciales y económicos más importantes del Viejo Continente. Las casas construidas alrededor de los canales, al más puro estilo de los Países Bajos, son otro de los atractivos de una ciudad orgullosa de su mestizaje y en la que el turista también puede encontrar toda la riqueza artística que atesoran el Rijksmuseum y el Museo Van Gogh. Obligatoria también la visita a la Casa de Ana Frank, que recuerda la vida de la joven niña judía que se ocultó de la persecución de los soldados alemanes durante la ocupación.

París

Resumir la fascinación histórica que París ha provocado en visitantes de todo el mundo se hace complicado. La Ciudad de la Luz fue fundada dos siglos antes de Cristo y pasó después a manos de los romanos. Entre sus murallas también han pasado los francos, los normandos, los reyes absolutistas y los revolucionarios, símbolos del pasado de una ciudad vinculada siempre al arte y la cultura. La Catedral de Notre Dame, la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, la Basílica del Sacre Coeur y el Palacio de los Inválidos son algunos ejemplos de la portentosa arquitectura de París, que cuenta con dos de los museos más visitados del mundo: el Louvre, con piezas que abarcan toda la historia del arte, y el Orsay, donde el turista encontrará lo más destacado de los pintores impresionistas del siglo XIX.

Londres

Primer ejemplo de ciudad global del mundo, la capital del Reino Unido recibe visitantes de todas partes del mundo. Aún conserva todo su poder de seducción, en especial entre los jóvenes. Recorrer Londres es repasar la historia del poder del Imperio Británico y adentrarse, asimismo, en una modernidad repleta de toda la extravagancia propia de la ciudad: mercadillos, pubs, puestos de comida extranjera... Siempre hay algo que hacer en Londres. Cuando el visitante termina de visitar sus museos -los hay grandiosos, como el British Museum, la National Gallery y el Victoria & Albert- puede atravesar sus parques o puentes, entre los que destaca el famoso Tower Bridge.

Viena

Los romanos la llamaron Vindobona, la Ciudad Blanca. Viena conserva toda la fastuosidad y exuberancia que le dio su prolija actividad cultural y artística de la Edad Media, el barroco y el siglo XIX. El Palacio Belvedere, la Ópera Estatal, la Catedral de San Esteban, el Palacio de Schönbrunn y el Palacio de Hofburg son algunos de los ejemplos más destacados de la arquitectura de una ciudad que luce orgullosa ser también el centro histórico de la música clásica, donde Mozart y Beethoven compusieron algunas de sus obras más destacadas.

Budapest

La capital de Hungría vive un nuevo 'revival' tras la caída del comunismo y la entrada del país en la Unión Europea. Su vasta historia arranca con los celtas y prosigue con los romanos, antes de ser arrasada por los mongoles. Posteriormente, se convirtió en uno de los centros del humanismo renacentista más importantes de la Europa Oriental. El Imperio Austro-Húngaro la transformó en una ciudad global. Sus museos conviven con los balnearios, ya que Budapest es la capital mundial con más termas y pozos de aguas medicinales. Navegar en el Danubio es otro de los atractivos imprescindibles de la ciudad.