Uruguay, donde pastan 12 millones de vacas y crecen 30 millones de corderos, huele asado, a tierna carne braseada con fuego de leña. No hay viaje a este país latinoamericano bañado por el Río de la Plata sin obligada parada gastronómica. Vino Tannat, hierba mate y dulce de leche completan su abanico de sabores. Pero hay más. La segunda nación más pequeña de Sudamérica, franqueada por los gigantes Brasil y Argentina, resuena al ritmo de murga, candombe y tango. Uruguay es color y alegría, es naturaleza, historia y, también alquimia, magia y misterio. ¿Sabían que hay teorías que apuntan a que el Santo Grial se esconde en este país?

Tradición y modernidad

Hasta en dos ocasiones viajó el Papa Juan Pablo II a Uruguay, intrigado por la supuesta custodia de la copa de la Última Cena en el inacabado castillo de Pittamiglio de Montevideo. Esta extraña fortaleza, ubicada en uno de los barrios más conocidos de la capital uruguaya, se comenzó a construir en 1910. Lleva el nombre de su constructor, el excéntrico arquitecto y alquimista Humberto Pittamiglio, y sigue atrayendo a personas de todo el mundo interesadas por el mundo de lo oculto y sobrenatural. En sus tres salas de meditación y su laboratorio -hoy desaparecido- el constructor uruguayo buscó la fórmula del elixir de la vida eterna y la transmutación de los metales entre simbología alquímica, masónica y templaria.

La capital uruguaya, la más austral de América, es una ciudad en la que tradición y modernidad se dan la mano. Una urbe que presume de pasado indígena, en el Museo de Arte Precolombino, y de antiguos tesoros arquitectónicos, como el Cabildo, la Iglesia Matriz y la Puerta de la Ciudadela. Al mismo tiempo, rescata con infinita parsimonia edificios art decó y art noveau levantados por imaginativos y acaudalados uruguayos, influidos por la Exposición Internacional de Artes Decorativas celebrada en París en 1925. Aquellos magnates proyectaron los nuevos cines, teatros y espacios comerciales de la ciudad, donde residen un millón y medio de habitantes.

Tierra de asado y tango

En la Plaza de la Independencia y situado frente al mausoleo de Artigas, donde descansa el máximo prócer del federalismo uruguayo, se encuentra uno de los edificios emblema de la ciudad: el Palacio Salvo. El que fuera a comienzos del siglo XX el edificio más alto de América de Sur, esconde un pequeño museo dedicado al tango. No en vano, fue en este lugar, donde se tocó por primera vez en 1917 'La cumparsita' de Gerardo Matos Rodríguez, la segunda composición más versionada del mundo, después de 'Yesterday' de los Beatles, que popularizó Carlos Gardel, hijo predilecto de Uruguay.

Años antes, en 1868, se alzó el Mercado del Puerto, una construcción metálica con esqueleto de hierro, donde hoy las cantinas ofrecen la preciada carne uruguaya. Pero no esperen encontrarse sobre la mesa sal ni condimento. Los uruguayos, carnívoros por excelencia, consumen de media casi 100 kilos de carne por habitante y año -frente a los 13 de los españoles- . Por orden del presidente, Tabaré Vázquez, un oncólogo empeñado en mejorar la salud de sus compatriotas "solo te sirven la sal y las salsas si lo pides al camarero", comenta resignado William Read, funcionario del Ministerio de Turismo uruguayo, mientras sobre un mate, la bebida nacional.

Rutas místicas

Junto a Read, viajamos a Piriápolis, a cien kilómetros al este de la capital, y epicentro de las rutas míticas que recorren el país. La ciudad balneario alzada de la nada desde el cerro Pan de Azúcar hasta el estuario del Río de la Plata por el empresario y alquimista Francisco Piria (1847-1933), es conocida como la segunda ciudad del amor o ciudad del porvenir.

Aquí, entre extensas playas de arena blanca e imponentes cerros, el inquieto Piria, pupilo de Pittamiglia, "ideó una ciudad masónica", explica Cisel Cardozo, guía turística experta en esoterismo uruguayo y uno de los 16.000 ciudadanos de Piriápolis. Sus edificios más emblemáticos encierran mensajes cifrados y códigos esotéricos que, afirman, obran una transformación a quienes los observan con el corazón. Piriápolis esconde en el diseño de sus calles el Árbol de la vida de los cabalistas y la constelación de Acuario, para atraer hacia sus habitantes las energías celestes y terrestres. "Es un templo al aire libre", celebra Cardozo en este enclave, situado a 40 kilómetros de Punta del Este.

Atardecer en la playa

Llegamos al protagonista absoluto del turismo de sol y playa por estas latitudes. El silencio y la tranquilidad predomina estos meses de otoño austral en Punta del Este, en la Bahía de Maldonado, a la que hace más de 500 años llegó el explorador Juan Díaz Solís para navegar el Río de la Plata. Punta del Este, con su hoteles cinco estrellas, restaurantes de lujo, yates y negocios exclusivos, es la ciudad más turística del país y atrae a celebrities y veraneantes de alto poder adquisitivo de los países vecinos pero también a multitud de visitantes deseosos de acercarse al puerto y ver de cerca leones marinos en libertad.

Una curiosidad: Uruguay se encuentra situado en el Triángulo de las Bermudas magnético y fue precisamente en este lugar costero donde Guillermo Marconi logró una de las primeras conexiones inalámbricas con Europa. Fue gracias a la debilidad del campo magnético que se registra en la zona y que desbarataba los mecanismos de las brújulas. Esta circunstancia obliga aún hoy a los astronautas de la Estación Espacial Internacional a protegerse en el laboratorio orbital cuando pasan sobre Uruguay en un momento de actividad solar alta.

A escasos 15 kilómetros de Punta del Este, el ocaso del sol protagoniza las tardes anaranjadas de la escultura habitable más grande del mundo, Casapueblo. Allí, cada tarde, mientras jóvenes en parapente pintan el cielo, la voz grabada del artista Carlos Páez Vilaró se despide del astro rey en una ceremonia irrepetible."¡Ciao, sol!", proclama ansioso por el despertar de un nuevo día el pintor, escultor, cinematógrafo, escritor y amigo de Picasso, fallecido en 2014, con las notas del Concierto de Aranjuez envolviendo sus palabras.

Ciudades con encanto, carnes mundialmente conocidas, enoturismo, arte y cultura en todas sus expresiones, playas y naturaleza... son algunos de los atractivos de un país ideal para todo aquel que quiera saborear los placeres rioplatenses a fuego lento. Un destino cultural, de relax o espiritual cada vez más demandado.