La salud de la Antártida está amenazada. El continente helado sucumbe poco a poco a la contaminación. Si hace unos meses un equipo internacional de científicos hallaba microplásticos en las heces de tres especies de pingüinos, ahora un grupo de investigadores españoles ha demostrado que sus plumas presentan también altas concentraciones de mercurio (Hg). De momento el nivel detectado de este metal en estos animales no es tóxico, pero sí preocupante. Porque los plásticos, el mercurio y otros contaminantes empiezan a ser omnipresentes en los ecosistemas oceánicos.

“Las regiones polares, símbolos de la naturaleza salvaje, han sido identificadas como sumideros potenciales de mercurio proveniente de fuentes naturales y antropogénicas”. Es la frase inicial del estudio español, que acaba de publicarse en ‘Journal of Environmental Research and Public Health’.

Los cambios en la cobertura de hielo que ocurren actualmente en la Antártida podrían acentuar estos fenómenos y sus impactos en la biota local, alertan los científicos.

Las aves marinas, ‘depredadores top’, son particularmente sensibles al mercurio, altamente tóxico y con gran capacidad de biomagnificación (tendencia a acumularse a lo largo de la cadena alimentaria, exhibiendo concentraciones sucesivamente mayores al ascender el nivel trófico).

Las plumas de las aves son especialmente útiles para la monitorización del mercurio, ya que acumulan principalmente su forma más tóxica y persistente, el metil-Hg.

Los investigadores españoles recolectaron en siete lugares distintos de la Antártida plumas de tres especies: el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae), el pingüino barbijo (Pygoscelis antarcticus) y el pingüino papúa (Pygoscelis papua).

Los resultados de análisis de las plumas no dejaron lugar a dudas: más del 93% de las muestras registraron niveles detectables de mercurio. Los más altos se encontraron en las plumas de pingüinos de barbijo de la isla Rey Jorge.

Efectos del cambio climático y el turismo

Efectos del cambio climático y el turismo “La bioconcentración y biomagnificación de Hg parece estar ocurriendo en la red trófica antártica, dando lugar a niveles altos pero no tóxicos de este metal en los pingüinos, similares a los encontrados anteriormente en las aves marinas del Ártico”, recoge el estudio.

“Al estar en la parte alta de la cadena trófica, aves como los pingüinos son el modelo de estudio perfecto para medir la concentración de mercurio presente en la Antártida”, señala Andrés Barbosa, uno de los autores del estudio.

Las emisiones proceden de fenómenos naturales, como la actividad volcánica y de las que se liberan en otras partes del planeta de forma natural. Pero también de actividades humanas, como la industria, los desechos sólidos o la quema de combustibles fósiles.

Esto explicaría los altos niveles de Hg detectados en la Isla Rey Jorge. Es una de las localidades antárticas con mayor actividad humana y la más cercana a Sudamérica.

“La conservación de este lugar único en el mundo se está viendo comprometida por fenómenos como el cambio climático, o el creciente turismo. Por ello, dados los efectos dañinos del mercurio en los ecosistemas, es esencial continuar analizando su presencia en el continente”, concluye Barbosa.

El mercurio es el tercer elemento más peligroso según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de los Estados Unidos. Este metal pesado tiene propiedades fisicoquímicas que le confieren unas características especiales desde el punto de vista medioambiental.

El mercurio es metilado (adición de CH3) en metilmercurio por microorganismos presentes en ambientes acuáticos, aumentando su biodisponibilidad y toxicidad. El metilmercurio es posteriormente absorbido por organismos superiores y se acumula y concentra en la cadena alimentaria.

Un problema global que requiere soluciones globales

Un problema global que requiere soluciones globales Como consecuencia, los depredadores en los niveles altos de la cadena alimentaria se cargan con niveles más altos de metilmercurio que los que se encuentran en el agua (hasta 10 millones de veces más), detalla el estudio.

Además, el mercurio no solo se deposita cerca de sus fuentes de emisión, sino que puede sufrir transportes atmosféricos a larga distancia. Resultado: una “contaminación significativa de los medios y organismos terrestres y acuáticos”.

Esta circunstancia constituye un problema ambiental en regiones remotas en las que no hay emisiones de mercurio, como la Antártida. Todo esto, junto con la alta toxicidad del mercurio, hace que la contaminación por mercurio sea un problema de contaminación global.

Así mismo lo han advertido los autores de la investigación: “El mercurio en el medio ambiente es un problema global que requiere soluciones globales”.

“Si bien los niveles detectados en este estudio son inferiores a los considerados tóxicos para las aves marinas, son similares o incluso superiores a los encontrados en otras regiones del mundo, lo que respalda la hipótesis de agotamiento, bioacumulación y biomagnificación del mercurio en las regiones polares”, alertan los científicos.

“Dado que el cambio climático y el aumento de las temperaturas pueden exacerbar la situación al aumentar las concentraciones atmosféricas de mercurio y la metilación, esto podría aumentar el riesgo para la vida silvestre en este entorno único y sensible al mercurio”, recoge el informe.

El control de estos niveles de contaminantes presentes en la fauna antártica, y especialmente en los principales depredadores, es “crucial para monitorear los posibles efectos adversos”, destacan los científicos.

Una investigación plenamente española

Una investigación plenamente española El estudio lleva por título ‘Niveles de mercurio en plumas de pingüinos del área de la Península Antártica: diferencias geográficas e interespecíficas’.

Sus autores son los investigadores españoles Miguel Motas y Silvia Jerez (ambos de la Universidad de Murcia), Marta Esteban (Instituto de Salud Carlos III), Francisco Valera (Estación Experimental de Zonas Áridas, EEZA-CSIC) y José Javier Cuervo y Andrés Barbosa (los dos también de la Estación Experimental de Zonas Áridas y del Museo Nacional de Ciencias Naturales, EEZA-MNCN-CSIC).

Barbosa participó en una investigación anterior a la del mercurio, en la que se descubrió la presencia de microplásticos en los excrementos de los pingüinos antárticos. En aquel estudio participaron también científicos portugueses y británicos. El equipo halló poliéster, polietileno y fibras de celulosa, entre otras partículas de origen humano, en las muestras analizadas.

Estudio de referencia: https://www.mdpi.com/1660-4601/18/18/9918/htm

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Foto principal: pixabay