Ayuntamientos como los de Barcelona y Sevilla están ya preparando ‘refugios climáticos’ en los que la ciudadanía pueda resguardarse durante las olas de calor, un fenómeno cada vez más frecuente por el cambio climático. Se trata de espacios adaptados para refrescarse y distribuidos de forma planificada en estas ciudades.

Aunque las actuales temperatura invernales hacen olvidar fácilmente los rigores del verano, el calor cada vez más extremo es un problema de primer orden en las grandes ciudades, convertidas en ‘islas de calor’. Este es un efecto generado por la reducción de los espacios verdes y naturales en favor de hormigón y pavimento, a lo que se le añaden otros factores de planificación urbana, como las construcciones en altura en paralelo a la franja litoral, que impiden que la brisa marina penetre en el interior de las urbes y contribuya a refrescar el ambiente.

Esa conjunción de elementos, a la que se suman los efectos del cambio climático -aumento de la temperatura global y fenómenos meteorológicos más acentuados-, supone que las zonas urbanas estén expuestas a olas de calor cuya gravedad es suficiente para amenazar la vida de muchas personas.

En este sentido, un estudio publicado en The Lancet y liderado por la profesora del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, Katrin Burkat, estima que en 2019 más de 356.000 personas de todo el mundo murieron por alguna enfermedad, principalmente cardiorrespiratorias y metabólicas, derivadas de las fuertes olas de calor.

Más de un centenar de personas perdieron la vida durante las inéditas olas de calor que abrasaron el oeste de Canadá y Estados Unidos este mismo verano de 2021. En aquel momento, algunas ciudades abrieron “centros de refrigerio” para que la población pudiera escapar del calor en una zona del planeta acostumbrada a la nieve y a las bajas temperaturas y donde sus habitantes estaban desarmados ante un calor tan exagerado.

Debido a la proliferación de estos fenómenos meteorológicos, los ayuntamientos de las urbes donde más sufren estos fenómenos están apostando por crear esos espacios de refresco, normalmente incluidos en un plan o protocolo global, resultado de una planificación previa y acompañados de campañas informativas, para que la ciudadanía sepa a dónde debe dirigirse en caso de necesidad.

Esos puntos se conocen como ‘refugios climáticos’ y son espacios públicos al que la ciudadanía puede acudir a cobijarse del calor durante el verano.

Barcelona y Sevilla, entre los pioneros

En España ya se han puesto en marcha. Es el caso de Barcelona, donde este verano el consistorio ha habilitado hasta 162 puntos que garantizan el confort térmico durante una ola de calor.

En ese mapa de refugios climáticos figuran bibliotecas, polideportivos o museos y están operativos desde el 15 de junio hasta el 15 de septiembre, la época en que las temperaturas son más sofocantes.

Además, el Ayuntamiento de Barcelona recibió una subvención de la Comisión Europea, a través del programa  ‘Urban Innovation Action’ (UIA) mediante el que se adaptaron una decena de escuelas para hacer frente al impacto de las olas de calor, y que están disponibles tanto para los alumnos como para el resto de la población.

Del mismo modo, el pasado octubre el Ayuntamiento de Sevilla anunció el lanzamiento de un proyecto pionero que pretende estudiar y categorizar las olas de calor en función de su impacto en la salud humana, con el objetivo de poder anticiparse e implementar medidas de mitigación.

Entre las medidas de emergencia que se activarán cuando se avecine una ola de calor de calificación alta se encuentran también los refugios climáticos, donde la población más vulnerable podrá resguardarse de las altas temperaturas y evitar sufrir un golpe de calor, que puede provocar la pérdida de conciencia, vómitos, palpitaciones… y que puede ser letal entre los grupos poblacionales más débiles como, por ejemplo, los  niños y ancianos.

Durante la presentación de esta iniciativa -liderada por el Adrienn Arsht-Rockefeller Foundation Resilience Center, el Ayuntamiento de Sevilla y otras instituciones-, Baughman McLeod, una de las promotoras, definió las olas de calor como un “asesino silencioso”, ya que “causan estragos invisibles en nuestras economías, afectan a los miembros más vulnerables de la sociedad y matan a más personas que cualquier otra amenaza climática; pero los peligros que representan son subestimados y gravemente incomprendidos”.

En definitiva, las grandes ciudades se preparan para hacer frente a lo que ya es algo inevitable: la necesidad de contar con lugares en los que resguardarse de las temperaturas cálidas extremas.

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