El plan diseñado por el Gobierno para salvar el Delta del Ebro frente a la subida del mar y la erosión de la costa conllevará la ampliación de la franja de dominio público de su litoral, lo que conllevará expropiaciones de viviendas, negocios y explotaciones agrícolas, según denuncian los afectados. La situación ha provocado una oleada de malestar y de incertidumbre ante el futuro.

El fantasma de las expropiaciones sobrevuela el Delta del Ebro a causa de la crisis climática. La situación está adquiriendo tintes muy preocupantes y esta zona húmeda (la segunda más importante del país después de Doñana) está en claro peligro de desaparecer en las próximas décadas.

Los motivos no son otros que una combinación de factores que parecen haberse aliado para desatar la tormenta perfecta: progresiva subida del nivel del mar, erosión de la costa y reducción de los aportes de sedimentos y agua que a lo largo de los tiempos han ido configurando este delta.

Los afectados no serán solo las 350.000 aves, sobre todo acuáticas, que tienen en el Delta del Ebro su paraíso natural, sino también un sinfín de empresarios que viven de la agricultura y también del turismo en este enclave. Hay incluso alguna urbanización entera que corre el riesgo de quedar permanentemente inundada.

Los vecinos de la zona están alarmados por la que se les viene encima. Ahora, el Gobierno ha diseñado un plan con una batería de medidas para tratar de frenar los efectos de la degradación del Delta, que se agravaron notablemente con motivo de la borrasca Gloria, que causó daños nunca vistos en la zona.

El problema es que el plan presentado por el Ministerio para la Transición Ecológica incluye medidas que han causado aún más desazón a los afectados. Para empezar, se prevé revisar el deslinde de la zona de dominio público marítimo-terrestre de la costa, para hacer frente a la nueva situación climática.

Esta revisión consiste, a grandes rasgos, en “echar más hacia tierra adentro” la línea del dominio público, abarcando terrenos que hasta ahora no estaban afectados por el deslinde costero. Esto, según el Ministerio, se hace para “crear una franja de protección que permita el libre movimiento de la costa y la amortiguación controlada de los envites del mar”.

Ello es necesario, añade el Ministerio en su documento de 600 páginas, porque se han de tener en cuenta “las previsiones climáticas para hacer frente a los efectos de la subida del nivel medio del mar” en los próximos años.

Urbanizaciones y arrozales

El nuevo deslinde, que ha sido sometido a exposición pública y ha generado un cúmulo de alegaciones que ahora deberán ser estudiadas antes de seguir adelante con el proceso, ‘se traga’ casas, restaurantes e incluso urbanizaciones como es el caso de Riumar, que tiene 700 vecinos, pero que llegan a ser más de 6.000 en verano.

El Ayuntamiento asegura que el nuevo dominio público afecta a 97 de las 300 propiedades, lo que ha hecho que el alcalde, Lluís Soler, lo califique de “expolio”. También la Asociación de Vecinos de Riumar, que agrupa a unos 400 propietarios, ha denunciado que ese deslinde hará que pierdan sus casas. “Ya no serán nuestras”, asegura la asociación.

El documento ministerial alude, en algunos casos concretos, al “desmantelamiento” de determinados restaurantes y otros establecimientos turísticos que han quedado demasiado cerca del mar, a solo unos pocos metros, cuando hace medio siglo estaban a casi un kilómetro de distancia.

Industrias arroceras del Delta del Ebro se verán también afectadas, si bien aún debe concretarse de qué manera, porque el plan prevé inicialmente la “naturalización” de varios cientos de hectáreas de campos de arroz situados en la costa, los cuales también quedarían en dominio público.

Los ecologistas, por su parte, no rechazan la ampliación de los deslindes costeros, pero señalan que “es preciso abordar también, y de forma decidida, la principal causa de presión del Delta, que no es otra que la retención de sedimentos en los embalses” que hay río arriba. “Las actuaciones que se proponen sobre la costa tienen sentido cuando ya se ha asegurado la llegada de sedimentos a medio plazo, y no es el caso”, señala Roberto González, de SEO/BirdLife.

González afirma que “en los embalses del río Ebro se taponan los sedimentos” y eso les impide llegar hasta el delta, tal y como ha sucedido durante siglos, conformando el espacio que hoy existe.

El Delta del Ebro podría convertirse en la primera zona de España víctima del cambio climático, y no de una forma tangencial o anecdótica, sino en grado severo, con expropiaciones y cierres de negocios, población desplazada y caída general de la productividad, amén de la reducción de la biodiversidad.

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