Los bosques de la Tierra son grandes ‘secuestradores’ o sumideros de carbono y por ello realizan una función imprescindible para el equilibrio de la atmósfera. Pero entre estos bosques destacan, por su eficacia en la captura de CO2, los manglares, un biotopo de regiones tropicales y subtropicales compuesto por el mangle, un tipo de árbol leñoso de profundas raíces que puede llegar a medir más de 50 metros y que vive justamente en el límite entre la tierra y el mar.

Lejos de ser perjudicado por el ambiente salobre en el que nacen y crecen, los manglares actúan como ‘desalinizadoras naturales’, absorben el agua y expulsan la sal a través de sus hojas. Por su capacidad de resistencia, estos ecosistemas son un importante escudo contra la erosión costera y los impactos del cambio climático, como las mareas de tormenta y el aumento del nivel del mar.

La fortaleza de sus raíces y sus troncos son capaces de amortiguar el ímpetu y la altura de las olas, de manera que se convierten en grandes protectores de las poblaciones que habitan en las zonas costeras. En este sentido, se calcula que alrededor de 100 millones de personas en todo el mundo viven a menos de 10 kilómetros de un gran bosque de manglares.

Por otro lado, estos árboles proveen a la población local de agua limpia, además de alimento -son una fuente rica en marisco- y materia prima esenciales -leña y madera de gran calidad- para su desarrollo. Su capacidad filtradora beneficia también a los arrecifes de coral dotándolos de nutrientes y favoreciendo la sedimentación lejos de ellos. A modo de compensación, los arrecifes contribuyen a proteger a los manglares del envite de las olas.

Estos entornos de aspecto pantanoso ubicados en la línea costera y en el estuario de los ríos son también el “hogar” de la extensa biota que viven entre la tierra y el mar, donde se cobijan y crían aves residentes y migratorias, mamíferos, invertebrados y, por supuesto, la fauna marina.

Precisamente por ser una estupenda zona de crianza de marisco y peces, los manglares son un centro neurálgico de actividad pesquera.

“Este rico mosaico de biodiversidad apoya a la población a través de la pesca, el turismo y la herencia cultural”, apunta un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente sobre la importancia de los manglares para la vida humana.

Por otro lado, estos árboles son capaces de almacenar grandes cantidades de carbono durante miles de años, cerca de 1.000 toneladas del denominado ‘carbono azul’ por hectárea.

El ‘carbono azul‘ se refiere al carbono que se fija a través de los ecosistemas oceánicos costeros, a diferencia del carbono que se secuestra a través de los ecosistemas tradicionales terrestres, como los bosques.

Y es que un bosque de manglares puede almacenar hasta 10 veces más carbono que un bosque terrestre de la misma extensión.

De hecho, cuando los manglares son talados masivamente y se producen incendios, las emisiones de CO2 que se lanzan a la atmósfera representan casi una quinta parte de las emisiones globales de la deforestación.

Debido a la relevancia ecológica y medioambiental de estos árboles, la Unesco decidió designar el 26 de julio como el Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares, en memoria de Hayhow Daniel Nanoto, un activista fallecido en 1998 mientras protestaba contra un estanque ilegal de camarones en un bosque de manglares destruido en Ecuador.

Un ecosistema amenazado

Según la Unesco, estos ecosistemas están presentes en 126 países, aunque se concentran principalmente en África y Asia. El archipiélago de Indonesia concentra la mayor extensión de manglares del mundo, especialmente condensados en la provincia de Irian Jaya, en la isla de Nueva Guinea Occidental.

No obstante, estas ricas estructuras vegetales están gravemente amenazadas por la explotación forestal y su destrucción para extender la actividad agrícola y acuícola, y también para la posterior construcción de hoteles y zonas portuarias.

La ONU alerta en que los manglares continúan siendo uno de los ecosistemas más amenazados del planeta, destruyéndose mucho más rápido incluso que los arrecifes de coral y los bosques tropicales.

“Mientras los manglares se hacen más pequeños y fragmentados, los bienes y servicios que otorgan este importante ecosistema disminuirán o incluso desaparecerán”, subrayan las Naciones Unidas, que posicionan como población más vulnerable a las consecuencias de la degradación de los manglares a las comunidades costeras en los países en desarrollo, precisamente las zonas más sensibles a los desequilibrios climáticos.

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