Un panel de expertos del clima de toda España ha alertado, en una jornada celebrada esta semana en la Universidad de Alicante, de que algunas medidas de adaptación al cambio climático podrían quedar obsoletas y desactualizadas ya en 2022. Advierten de que es necesario afinar los pronósticos del tiempo para no alertar únicamente de las temperaturas máximas, sino para centrarse también en el fenómeno de las noches tropicales (cuando la temperatura no baja de 20 grados con un nivel de humedad muy alto), que no suelen anunciarse y pueden causar daños en las personas mayores y de riesgo.

El panel sobre la Actualización de las proyecciones globales aplicaciones en servicios climáticos ha reunido esta semana en Alicante a algunos de los científicos más reputados en climatología de España. Entre el elenco de participantes el catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante y director del Laboratorio de Climatología, Jorge Olcina, junto a Jaime Ribalaygua, de Fundación para la Investigación del Clima; Mónica Sánchez, de la Oficina Española de Cambio Climático; Javier Martín-Vide, de la Universitat de Barcelona; Robert Monjo, de la Universidad Complutense de Madrid, y Francisco Doblas, de Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación. El evento se difundirá en abierto mediante streaming a través de redes sociales #ActualizaXelClima.

El comité ha analizado las características de las nuevas proyecciones de cambio climático que se plasmarán próximamente en el Sexto Informe de Evaluación del IPCC, el cual se puso en marcha en 2019 y culminará en 2022.

De acuerdo con el catedrático Javier Martín-Vide, es necesario tener en cuenta el plus térmico nocturno de las ‘islas de calor’ que representan los centros de las urbes, allí donde el aumento de temperatura se hace más evidente. Por ello, se debe enriquecer la precisión de las predicciones meteorológicas y las proyecciones climáticas, afirmó.

De este modo, se puede alertar con anticipación sobre los posibles riesgos que estas subidas de temperatura nocturna pueden tener para los segmentos de población más vulnerables.

Además, y en materia de actuaciones urbanísticas, propone la sustitución de las superficies duras pavimentadas por otras permeables y el «esponjamiento» de la ciudad, creando más espacios abiertos, que permitirían aliviar los rigores térmicos.

Según Martín-Vide, cuando se pronostica una ola de calor se da siempre el valor de temperatura máxima que se puede alcanzar, como umbral de peligro para la salud humana. Pero se olvida indicar que las temperaturas mínimas nocturnas altas (noches tropicales o noches ecuatoriales) tienen efectos tan dañinos para la salud, especialmente en personas mayores o con afecciones respiratorias, que las temperaturas máximas diurnas.

El profesor Martín-Vide señala que los modelos de predicción deben incluir las dos variables, tanto las máximas como las mínimas, a la hora de establecer alertas por jornadas u olas de calor.

La nueva generación de escenarios locales de cambio climático es de especial relevancia para prácticamente cualquier territorio. No obstante, la necesidad es acuciante para las grandes ciudades mediterráneas, ya que allí el calentamiento global amplifica los efectos negativos de algunos riesgos climáticos, como las olas de calor, especialmente en el caso de personas mayores o con enfermedades crónicas y en situación de pobreza energética.

Cambiar la planificación urbanística

Por otra parte, los climatólogos destacaron la importancia de adecuar la planificación urbanística de ciudades y pueblos al cambio climático. Por ello, señalaron que la primera medida para mitigar los efectos del calentamiento global es que los Planes de Ordenación Urbana (PGOU) no se prolonguen en el tiempo, y se revisen como mínimo cada 12 años, para actualizarlos y ponerlos al día.

La evolución del cambio climático puede dar lugar a que no se advierta con suficiente anticipación de fenómenos como las noches tropicales, pero también los fenómenos meteorológicos extremos.

Por ello, los expertos plantean una reforma de la Ley del Suelo y la incorporación en las ciudades de infraestructuras para prevenir inundaciones, los temporales en la costa y los incendios en zonas verdes próximas a las urbes, el denominado interfaz forestal.

Otras dotaciones para prevenir el cambio climático son contar con más zonas arboladas y ajardinadas, viviendas con más luz natural, aprovechamiento de energía solar y eólica, movilidad eléctrica y construir avenidas más amplias zonas de sombra, infraestructuras antiinundaciones y sistemas para combatir las noches tropicales.

Son medidas destinadas, entre otras cosas, a reducir el efecto ‘isla de calor’ que constituyen los núcleos urbanos, donde la temperatura media suele ser más elevada que sus alrededores rurales.

Te puede interesar: Las ciudades españolas pierden confort climático