Ni el asteroide que cayó en el Cretácico al noroeste de la península de Yucatán, en México, ni el intenso vulcanismo entre el Pérmico y el Triásico habrían generado por sí solos las grandes extinciones masivas de la Tierra. Un nuevo estudio reconoce que, aunque estas perturbaciones tuvieron un papel primordial en la desaparición de especies porque contribuyeron a la inestabilidad del sistema, fueron los cambios ocurridos en un planeta ya al límite de su capacidad lo que generó el fin de muchas formas de vida.

El aumento masivo de las concentraciones de dióxido de carbono están detrás de la mayoría de extinciones masivas que ha visto la Tierra en sus 4.543 millones de años, según plantea el investigador y codirector del Centro Lorenz del Massachusets Institut Technology (MIT), Daniel Rothman. Según él, este fenómeno explica tanto las desapariciones más graduales como en las que han ocurrido de manera súbita y catastrófica.

El científico, en un artículo publicado en la revista ‘Science Advances’ afirma que este gas de efecto invernadero se adentra rápidamente en los océanos, alterando el equilibrio que lo mantiene como un lugar confortable para la vida y haciéndolo más ácido, con lo que la vida queda en una situación muy comprometida y amenazada.

El investigador ha analizado 31 eventos isotópicos de carbono durante los últimos 542 millones de años, y en todos ellos ha observado que ese umbral crítico de carbono se había sobrepasado. Rothman examinó los registros y vió que la reserva de carbono en el océano se ha recuperado decenas de veces, pero todas ellas después de haber sufrido un cambio brusco. Tras esas modificaciones se produjeron extinciones masivas de especies. De los cinco grandes episodios de este tipo que están bien documentados, en todos ellos se observó una alteración del ciclo de carbono.

Si el CO2 se va introduciendo lentamente, el sistema tiende a irse reequilibrando. Sin embargo, si pasa de un límite y se cruza lo que se conoce como “umbral crítico”, el ciclo del carbono reacciona con una cascada de consecuencias para los ecosistemas.

El sistema, finalmente, regresó a una situación de equilibrio, después de decenas de miles de años. Esto demuestra, según la investigación, que, a pesar de la actual reacción violenta, el ciclo del carbono regresará finalmente a su cauce. Sin embargo, en este largo camino, se llevará consigo millones de formas de vida y decenas de especies por delante.

La diferencia: con los humanos es más rápido

La escala de tiempo en la que se producen estos eventos es lo que se conoce como “tamaño crítico”. En la actualidad, el tamaño crítico para el ciclo del carbono marino es 2.100, el tiempo que tardará la emisión masiva de carbono de los humanos en añadirse a los océanos.

Cuando la atmósfera se llene hasta límites excesivos de este gas, el cúmulo de consecuencias y reacciones en cadena es totalmente imprevisible. De hecho, en la actualidad, los océanos están absorbiendo incluso más carbono que en el peor de los sucesos conservados en el registro geológico: la extinción provocada por el intenso vulcanismo del Pérmico. La gran diferencia entre ambos, sin embargo, es el tiempo. Los volcanes tardaron decenas de miles de años en “escupir” con sus erupciones todo ese carbono. Y, en cambio, a los humanos nos ha bastado con 200 años.

Hacia la sexta extinción masiva

Rothman asegura que en la actualidad estamos “en el precipicio de la alteración del ciclo”. Es decir, si sobrepasamos el límite, la extinción de especies es probable que sea similar a las catástrofes globales del pasado. “Una vez que hayamos superado el umbral, ya dará todo igual”, asegura Rothman, que señala que “una vez que lo superas, la Tierra sigue su propio camino”. Esto podría provocar lo que Rothman ya vaticinó en 2017: la sexta extinción masiva de la Tierra.

Aquella afirmación, que por aquel entonces pudo considerarse algo arriesgada y catastrofista, en 2019 fue secundada por la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Este organismo advirtió en su informe anual de que, de los ocho millones de especies que hay en la Tierra, hasta un millón está en riesgo de desaparecer en las próximas décadas. De hecho, el presidente de IPBES, Robert Watson se ha referido a este fenómeno en varias ocasiones  como la “sexta extinción masiva”. Sería la primera causada simplemente por la mala gestión que los humanos han hecho del planeta y sus recursos.

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