El miércoles de la semana pasada, la primera dama de Francia ingresó en una clínica parisina para dar a luz a su primera hija con el presidente Nicolas Sarkozy. Había una gran expectación por el natalicio, materializada en la presencia de docenas de reporteros a las puertas del centro sanitario, sobre todo porque Carla Bruni había asegurado en una entrevista que salía de cuentas el 1 de octubre, eso es, quince días antes. Un embarazo "de elefanta", proclamó la propia exmodelo. Pero a lo que vamos. El miércoles en cuestión el mandatario galo la visitó en el paritorio por espacio de media hora y luego partió hacia Fráncfort para verse con su colega alemana Angela Merkel y preparar juntos otro encuentro fechado para el domingo (uno de nula trascendencia, afirman los comentaristas políticos, en el que se concluyó que ZP lo ha hecho todo bien en materia de crisis, y Rajoy también (¿?)). Según afirmaron en el palacio del Elíseo, la reunión preparatoria del miércoles de autos se improvisó, no estaba en agenda. Se le ocurrió a Sarkozy mientras su señora dilataba. De ese modo, la pequeña Giulia vino al mundo con su papá en el país de al lado, demostrando que hay cosas mucho más importantes que la felicidad individual y familiar: la estabilidad de la eurozona, el rescate griego, el desbarajuste italiano, el riesgo del euro y demás. Los intereses de la República, por delante de los enfants de la patrie. Y un gendarme comunitario venido a menos necesitado de alguna medalla, aunque sea al sacrificio paterno.

¿Nos gusta un político que antepone una chorrada de cita que se hubiese podido solventar con una llamada de teléfono al momento único del alumbramiento de su bebé? Imagino que sí, pues en el comportamiento del presidente francés no hay nada improvisado y todo se calcula al milímetro de cara a la galería. De hecho, en el páramo de silencio que el matrimonio ha decretado sobre su vida personal (antaño tan sobreexpuesta con gran rentabilidad de imagen) asoma la declaración de un asesor de Sarkozy que ha afirmado con sorna que éste no se tomará "ni un día de permiso de paternidad". Otra vez, enhorabuena. Nos sentimos mucho más seguros, no vaya a ser que aprovechando que el feliz padre anda agitándole el sonajero a la pequeña Giulia, a Grecia se le ocurra contratar con los chinos un crédito millonario que no pueda devolver. Cuando su antaño amiga y protegida, la ministra de Justicia Rachida Dati volvió al despacho a los cinco días de parir, muchos la criticaron a ella por elegir su ambición y no el bienestar de su recién nacida, y a Sarkozy por presionarla brutalmente para que así fuera. Ahora el propio jefe ha tenido la posibilidad de recorrer ese camino del ´comportamiento de Estado´ que, imaginamos, le habrá de reportar votos en las próximas elecciones. Añoraremos a ese antiguo presidente que, en el marco de una comparecencia en el Elíseo para dar cuenta de alguna decisión del consejo de ministros comentaba a preguntas de los periodistas: "Sí, con Carla va en serio". Vale que se trataba de una mezcolanza entre lo público y lo privado, pero demostraba la existencia de algo de vida íntima dentro de ese traje con corbata.

Así que Carla Bruni salió del hospital con Giulia en brazos mientras papá estaba de cumbre creando un mundo mejor. ¿Mejor? Tomamos buena nota, captamos el mensaje: no se puede salir de esta recesión disfrutando de derechos laborales. Nicolas Sarkozy, majo, no te jubiles nunca.