–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Queda algo por pintar?"

–Me falta tiempo para lo que me queda por pintar. Me llaman en Joan de ses roques, pero hago otras cosas. Pinté mi primer cuadro a los ocho años, con una caja de pinturas que me regalaron a la muerte de mi madre.

–Usted pinta de frente.

–Pinto encima de una mesa, no podría utilizar caballete para sostener cuadros en que el grosor de la obra alcanza los 25 centímetros. Soy un mártir de la materia. Al principio realizaba paisajes costeros típicos, hasta que me centré en las rocas mallorquinas por sí mismas, no he visto nada igual en otras zonas del Mediterráneo.

–Esos peñascos parecen salidos de su cabeza.

–Mi pintura no tiene nada que ver con Mallorca, sólo con el drama de la roca mallorquina, que me he inventado. Cojo la barca y doy una vuelta. Una vez en el estudio, hago una composición de lo que he visto.

–En sus cuadros faltan los simpáticos chalets.

–Prefiero pintar el envejecimiento del mineral, sin construcciones humanas ni tampoco vegetación. La roca es la frontera con el resto del mundo.

–Le preocupa más la supervivencia física que estética de sus obras.

–Someto a todos mis cuadros a un chorro de agua a presión de 120 atmósferas, por eso se conservan perfectamente décadas después. Han de durar, me fabrico mi propia pintura. Hace poco me vendieron un látex no muy correcto. Aparecieron crujidos, y retiré las obras del mercado. Si una pintura no me satisface, la quemo.

–Los artistas mallorquines pintan en alemán.

–Este año hay muchos suizos, pero nunca pienso en los clientes. En mi vida me he propuesto que me compraran un cuadro, que vengan si les gusta. Con la crisis, el número de compradores ha bajado un 25 por ciento.

–¿Retrataría a su compatriota Rafael Nadal?

–Le he retratado dos veces, y ahora pintaré a su novia. Le regalé los retratos, le gustaron y se interesó por los detalles de la pintura. Admiro mucho a Rafael Nadal, sobre todo porque es una gran persona.

–También retrató a Amparo Muñoz y María José Cantudo, las musas de la transición.

–Amparo Muñoz es la mujer más bella que he visto jamás en persona, y en las fotos se perdía la mitad de su belleza. La Cantudo no era tan guapa, pero ganaba mucho por su fotogenia.

–El Cristo de Riera Ferrari escandalizó a Manacor.

–Supongo que fue la primera instalación montada en Mallorca. Era el año 1968, y coloqué al Cristo del revés, cabeza abajo, en la iglesia donde Martín Descalzo iba a explicar el Concilio. El conferenciante me dijo que "has tenido una idea genial". Sin embargo, me escupían por la calle, mi teléfono sonaba a todas horas con llamadas insultantes y el cardenal Tarancón se refirió a mí como "el subnormal de Manacor". Yo sólo quería un golpe de aire que renovara las imágenes cubiertas de polvo.

–Me impresionó que la bailarina Alicia Alonso siempre cite a la prensa en un piso repleto de cuadros de Riera Ferrari.

–No lo sabía, pero tengo más clientes fuera de Mallorca que dentro. En California, en Alemania, en Bélgica.

–Los artistas no deberían ser joviales y con buen humor.

–No entiendo por qué. Los jóvenes creadores no han padecido una guerra ni han pasado hambre, no hay que sufrir por gusto. Yo no soy conceptual, sino clásico, y pienso como Picasso que las musas te han de coger trabajando, en vez de tomando una cerveza en el mar.

–¿Pintando mucho se acaba pintando peor?

–Sí, y yo lo hago. Ahora he estado un mes sin pintar ni un solo cuadro, nunca me había pasado.

–¿Cuando pintaba a efebos nubios le hablaron de la revolución egipcia?

–Los nubios no se alteran por nada. Le pregunté a uno por qué no tenían luz y me contestó que "si la tuviéramos, pisaríamos nuestras sombras". En cambio, un catedrático de Egiptología de El Cairo ya me dijo hace dos años que se estaba preparando algo gordo.

–Diseña joyas con gambas, qué sacrilegio.

–¿Por qué? Le doy la forma que quiero a un caracol de mar o una medusa, también busco el metal más apropiado. Ahora hago una colección de gaviotas, porque es un animal de diseño perfecto, compuesto por siete aros según demostraré.

–¿Estaría dispuesto a destruir toda su obra, a cambio de que le permitieran volver a empezar?

–Miquel Angel Riera me planteó si daría una hora de vida, a cambio de entrar en las enciclopedias y de recibir todos los premios. Le respondí que no, y tampoco aceptaría tu trato. No me gustaría volverme joven, me encuentro a gusto.

–¿Son las rocas o es la luz?

–Las rocas, yo les pongo la luz que quiero. En 1990 vi por primera vez la Serra de Tramuntana desde el mar.