Vale que lo dijo el año pasado, vale que lo sentenció incluso en otra década, pero no se me olvida la ocurrencia del ministro de Industria comparando la subida del recibo de la luz un 10 por ciento con lo que cuesta un café. Porque precisamente hace un par de días que me ha llegado el palo energético a mi cuenta corriente (supongo que aún sin el famoso aumento, pero gordo al fin y al cabo como todos los inviernos) y claro, no equivale a un café ni siquiera largo de café si lo comparo con el de 2009. Como ahora el desembolso es mensual, no tendré tiempo de recuperarme y ya me servirán otra taza y media del brebaje del amigo personal de ZP. Qué tipo tan chulito, tan pagado de sí mismo, tan didácticamente despectivo y lo que resulta más peligroso, tan alejado de la realidad que anda gobernando. Y qué mentira tan gorda la que salió de su boca.

No tuvo Miguel Sebastián, ni empático ni simpático, ganas de anunciar él mismo el incremento de la factura eléctrica a los hogares y negocios; seguramente habría algo más prioritario en su agenda, algún prototipo de cochecillo que probar en una fábrica en ERE. Recurrió a un secretario de Estado, y cuando no le quedó más remedio que descender a los pantanos de la gente común, elaboró una metáfora ramplona para que la entendamos todos: lo que cuesta un café. Para que comprendan los que, como él, ni saben cuánto pagan por un cortado, y mucho menos por la calefacción; y quienes, como nosotros, se ponen varios jerséis para estar en casa y ni aún así consiguen ahorrar, y que sí van a notar los diez céntimos que repercutirán los del bar en la comanda a no mucho tardar. Ya que estaba en la palestra, anunció subida también para la bombona de butano, el "calor de los pobres", que la llamaba Alfonso Guerra, cuando los gobiernos socialistas hacían lo imposible por mantenerle el precio. Eran otros tiempos.

Cabe recordar que, según los datos proporcionados por los miembros del propio gobierno, Miguel Sebastián no sufre apreturas. De hecho, se trata del segundo del equipo de la Moncloa con mayor patrimonio personal, por detrás de la titular de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia. El ministro de Industria declaró el año pasado poseer bienes por valor de 1,7 millones de euros, 316.466 euros en inmuebles y el resto en otros conceptos, y ninguna deuda. Ni hipotecas, ni créditos, ni apúntame lo de hoy que cobro la semana que viene. Así no extraña que diez euros arriba o abajo en un recibo no le afecten. Por no hablar del irrisorio café, que se lo llevan al despacho en una bandeja de plata, o de la bombona de butano para la catalítica, que sólo las habrá visto en Cine de barrio. Así no extraña que le cueste entender las cuentas que hace la mayoría para llegar a fin de mes, o cuadrar el balance de una pequeña empresa.

De manera que podemos desear los Reyes no le traigan carbón al ministro, que se lo merece por pijillo y por bocas, sino a nosotros. Para el brasero, otro concepto energético que Miguel Sebastián debe desconocer. No funciona con mando a distancia, ni se le puede regular la temperatura o conectar con temporizador para tener el piso caliente al volver del tajo. Se lo aclaro al fenómeno de Industria por si se ve obligado a hablar de un tema tan pedestre y poco cool como éste en el futuro.