Por si no teníamos bastante Princesa del Pueblo con Belén Esteban, ha resucitado la auténtica e inimitable. Hace una semana, la portada del suplemento dominical del periódico italiano La Repubblica se lanzaba a comparar a Diana de Gales con nuestra Letizia Ortiz, insinuando que la Princesa de Asturias se parece cada día más a la primera esposa de Carlos Inglaterra meses antes de divorciarse: ambas tristes, como apáticas y extremadamente delgadas, por culpa de sus "desórdenes alimentarios". Las dos a disgusto con su vida, unas bombas de relojería con el consiguiente riesgo para las monarquías donde se han instalado por vía marital. Va a ser verdad que el nuevo periodismo está basado en una buena conexión a internet, manantial de todas las fuentes, caudal sin fin de cotilleos. Dicha teoría se sustenta en la cara de aburrimiento que exhibió la esposa del heredero de la corona española durante la visita del Papa (creo que los italianos tienen el umbral de la diversión bastante bajo por culpa de Silvio Berlusconi). Que doña Letizia no recibiese a Benedicto XVI envuelta en un traje de faralaes y palmeándole la espalda deriva en la conclusión de que en breve cogerá a las niñas y se volverá a Valdebernardo, aunque primero se sincerará en una entrevista de Miradas 2 sobre lo mucho que ha tragado en la Zarzuela. El endeble oráculo que vaticina el advenimiento de la tercera república en rosa ha tenido, pasmosamente, cierto eco, hasta el punto que la hermana del Rey, Pilar de Borbón, ha salido al paso para certificar que de similitudes nada: "Letizia es mejor que Lady Di, mucho más lista". Toma ya. Al fin les devolvemos lo de la Armada Invencible y Gibraltar, todo junto.

Pero lo que para unos es trapo, para otros es bandera, y puestos a lidiar con reduccionismos, cabe elegir qué parte del icono inglés nos quedamos, el radiante o el doliente. Si los italianos y doña Pilar consideran a Diana de Gales como la quintaesencia de la desgracia monárquica, los británicos la siguen idolatrando como su dulce protectora. Y más ahora que se ha reencarnado en la morena Kate Middleton. No podía resultar más oportuno el anuncio de la boda del segundo en la sucesión a la corona británica, Guillermo, con su novia de toda la vida, aderezado con todas las evocaciones posibles a la figura materna y ninguna a la paterna. A la escena del anillo de la difunta en el dedo de la prometida y la declaración de ésta ("Lady Di ha sido una gran inspiración") sólo le faltaba el guante de plata de Michael Jackson en la mano de su novio, y para completar la ceremonia, sir Elton John tocando el piano en el rincón de la regia estancia. Un poco sobreactuada la muchacha. Vale que le ha correspondido una buena suegra, pero si se ha de "inspirar" en ella, hasta el dominical de La Repubblica le augurará un matrimonio lleno de dolores de cabeza y de duración más bien corta.

Así las cosas, nos preparamos para una verdadera avalancha de información al detalle sobre Kate Middleton, y sus paralelismos con Diana. Para competir con esta prometedora novedad, Letizia va a tener que emplearse a fondo, y conseguir que la comparen, no sé, ¿con Lady Gaga?