Terapeuta familiar y escritora, Laura Gutman se ha hecho célebre por una particular visión sobre la maternidad que le ha valido el reconocimiento internacional. Ha publicado varios libros sobre maternidad, desamparo emocional, adicciones y violencia. Es colaboradora habitual en numerosas revistas especializadas en América y Europa

–Usted asegura que el periodo inmediatamente posterior al nacimiento es esencial en el desarrollo del ser humano. ¿Por qué?

–Lo que es esencial es la calidad de cuidado, amparo, protección y cobijo que la cría humana espera recibir cuando nace. Todo bebé recién nacido espera encontrarse con la misma calidad de confort que vivió durante nueve meses en el útero materno. Pensemos que nacemos totalmente dependientes, no podemos resolver nada por nuestros propios medios. Ahora bien, si no lo recibimos, si llegamos al mundo y nos encontramos con la hostilidad de la soledad, la quietud y el silencio, algo muy profundo se empieza a desorganizar en nuestra psique.

–¿Qué influencia tiene la infancia de los padres en su futuro comportamiento como progenitores?

–No se trata de comportamientos, sino de capacidades emocionales. Todos hemos tenido una infancia y, casi todos, hemos padecido una niñez mucho más dolorosa, sufriente, carente y solitaria de lo que podemos recordar, sobre todo porque eso no ha sido nombrado. Los individuos recordamos aquello que fue nombrado, no aquello que nos ha acontecido. Luego, si provenimos de una historia de aridez afectiva, es muy posible que hayamos desarrollado ciertos mecanismos de defensa para sobrevivir. Pero básicamente, si estamos ocupados tratando de sobrevivir, es poco probable que tengamos restos para prodigar cuidados, amor, paciencia, acompañamiento y comprensión a los niños que están naciendo.

–¿Cómo ha afectado la incorporación de la mujer al mundo laboral en la relación con los hijos?

–En verdad tiene su lado positivo, porque, al menos, estamos reflexionando sobre eso. El trabajo nunca ha sido un problema ni un impedimento para vincularnos con los hijos. Simplemente, para muchas mujeres, el trabajo se ha convertido en un refugio, un lugar donde nos sentimos mejor, porque no nos requiere tanto compromiso emocional. Entonces, colocamos al trabajo como un obstáculo para la crianza amorosa de los niños pequeños.

–Ahora se habla mucho de negociar con los hijos en lugar de imponerles castigos. ¿Es correcta esta actitud o al final desemboca en niños demasiado consentidos que no han oído nunca un no por respuesta?

–A mí no me gusta el término negociar, porque las relaciones afectivas no tienen que ver con los negocios. Lo que sí creo imprescindible es acordar, escuchándonos unos y otros. Nunca un niño escuchado, tenido en cuenta y comprendido puede devenir en consentido. Al contrario, aprenderá a escuchar y a estar atento a lo que les sucede a los demás.

–¿Es bueno que los niños de 11 años tengan móviles, televisor y ordenador en sus cuartos sin control de los padres?

–El problema no es el móvil o el ordenador. El problema es la soledad. Si no queremos que miren durante horas la tele, estemos con ellos, interesémonos en lo que les pasa, acompañemos sus procesos personales, estemos atentos a sus dificultades, acerquémosles propuestas de superación. Luego, los aparatos electrónicos que utilicen serán simplemente eso: herramientas para la vida cotidiana, no reemplazantes del amor.