Entró en política, pero en los mítines casi siempre terminaba leyendo sus poesías. Así era Pablo Neruda, que plasmó en muchas de sus obras un compromiso social de la literatura más allá de las odas de amor en las que fue tan experto. Hijo de padres trabajadores de modestos ingresos, Neruda simpatizó de muchacho con el anarquismo e incluso tradujo del francés al castellano algunos libros de Piotr Kropotkin y de Jean Graves, con el convencimiento de que la juventud debía ser rebelde y solidaria con la clase obrera.

Aunque apoyó a los candidatos presidenciales de izquierda en Chile desde los años 30, su ingreso al mundo de la política partidista ocurrió en 1945, cuando fue elegido senador por las norteñas regiones de Tarapacá y Antofagasta, tras lo cual se afilió al Partido Comunista. Los problemas no tardaron en llegar, pues dos años después el gobierno del entonces presidente, Gabriel González Videla, empezó a promover un juicio político contra Neruda por sus críticas en el Congreso tras la ruptura entre los comunistas y el oficialismo.

El 3 de febrero de 1948 la Corte Suprema desaforó a Neruda y dos días después se dictó en su contra una orden de detención, lo que dio inicio a un año de clandestinidad durante el cual el poeta escribió Canto General, obra con la que asume un compromiso social y político a través de la literatura.

Su vida clandestina culminó el 24 de febrero de 1949, cuando burló la vigilancia policial y cruzó a caballo la frontera con Argentina, donde comenzó casi cuatro años de exilio.

"Decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas deslumbrantes. Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de ese henchida torrente pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos".

Así habló Neruda al recibir en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura, en 1971, apenas unos meses después de haber sido postulado a la Presidencia de Chile por el Partido Comunista. Sin embargo, las pretensiones presidenciales quedaron atrás cuando Neruda decidió sumarse a la candidatura izquierdista que lideró el socialista Salvador Allende y que llevó al poder a la coalición de la Unidad Popular en 1970.

Su programa político

Con todo, el escritor-político alcanzó a delinear un programa de gobierno en el que destacaba la nacionalización de las riquezas naturales del país, acogido en gran parte por Allende, quien no pudo terminar su período por el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Por aquella época Neruda no sólo miraba con simpatía sino que defendía la revolución cubana, justificada la lucha armada para el acceso al poder y consideraba la construcción del Muro de Berlín como "antipática, pero necesaria".

No obstante, el poeta consideraba que la violencia no era necesaria en Chile y que su país estaba preparado para un cambio político y social liderado por Allende.

Su último escrito, tres días después del golpe militar y nueve antes de morir, lo dedicó precisamente a Allende, a quien calificó como el mejor presidente en la historia de Chile.