"Si Alemania crece, España crecerá casi sin querer". La frase es de Juan Ignacio Crespo, analista reputado y director para Europa de la firma Thompson Reuters, pero podría firmarla casi cualquier economista. Y más en la costa mallorquina de Alemania, en la que solo el año pasado estiraron la toalla 3,61 millones de germanos. Con crisis o sin ella, el país de la Dama de Hierro teutona es la estrella entre las sombrillas de la Mallorca de la gran recesión, que podría llegar a ser literalmente suya. Lo explica bien otro economista de postín, el brillante profesor de la Universidad de Columbia Xavier Sala. Hace diez años predijo una crisis en el euro como la que ahora agrieta la unión, y hoy apunta a dos escenarios igualmente posibles: que el déficit español y las dificultades del país para financiar su deuda acaben con España fuera del euro o dramáticamente dentro, convertida en apéndice periférico y soleado del patrimonio de una Alemania que con el plan de ajuste de Merkel empieza a mirar hacia su propio ombligo, que ya no es tanto el de Europa.

Porque la locomotora alemana no es una invención periodística, pero comienza a ser una metáfora pasada de fecha: lo que Merkel plantea ahora es una Alemania sin vagones que tira solo de sí misma. Para ello ha apostado por apretar las tuercas a su gasto público con unas vueltas de destornillador más de las que dio Zapatero, pese a necesitar el recorte mucho menos (su déficit es cinco puntos inferior al español y el coste de la financiación de su deuda está en mínimos europeos). De ahí que los economistas adviertan de que Alemania y sus 80.000 millones de ajuste comprometen una recuperación continental que en gran medida pasaba por que la locomotora marcase el ritmo .

Piensa Merkel, se acalambra Mallorca

Sobre todo en Mallorca, ejemplo perfecto de lo que hoy es la Unión Europea: un organismo de burocracia inmensa cuyo sistema nervioso es solo económico. Por eso un chispazo en el cerebro de Merkel acalambra las cajas registradoras en Mallorca. Son conscientes de ello en el sector turístico, en el que habrá tortas por la ecotasa. Nadie quiere comérsela. Los turoperadores pretenden que la paguen las aerolíneas o los clientes y las aerolíneas que la paguen los turoperadores, los hoteleros o los clientes, mientras los hoteleros no están dispuestos a cargarse en las espaldas un nuevo impuesto. Y menos después de una temporada marcada por la crisis, el IVA y la prolongación de las ofertas a las agencias con la excusa del bien común del turismo.

Así que todos los caminos conducen al mismo bolsillo: el de los consumidores. Lo avanzaba el director de Air Berlin y lo ratifican las agencias de viajes. "La ocurrencia la pagarán los clientes. Igual que se repercute el carburante. Las agencias podemos jugar con el margen en gastos de gestión, pero no con gastos fijos como las tasas", explica Silvya Riera, presidenta de las Agencias de Viajes, sorprendida por una ecotasa que la lleva a bromear con el "gafe" que este año persigue al sector del volcán.

También se percibe resignación entre los hoteleros que en 2002 pusieron el grito en el cielo por la ecotasa del Govern de Progrés, hasta el punto de ovacionar al ex conseller del PP Flaquer cuando anunció la derogación del impuesto. Ahora no gritan tan alto como entonces, pese a que la tasa puede llegar a ser más dura. Porque si sale adelante el plan inglés y se llegan a aplicar hasta 90 euros por viajero, la idea de que pague el cliente no será tan fácil de vender. El riesgo es deprimir aún más un mercado ya deprimido. "Aquí ya sufrimos la ecotasa y la experiencia no fue buena. Alemania es el motor que debe tirar de Europa y está tomando medidas drásticas que seguro que son necesarias, pero hacen daño, porque tenemos una dependencia absoluta de Alemania", advierte el presidente de los hoteleros, Antoni Horrach, que sabe que una subida de los billetes no es cosa de risa. Más bien al contrario. La ecotasa rediviva puede atascar a un sector que ya no puede fiar su futuro solo a la recuperación de una Alemania que parece dispuesta a no ser lo que era: la locomotora que tira de todos a costa de sí misma.