Antropología Evolutiva

El beso humano habría comenzado como un ritual de acicalamiento de los simios

Los monos son los únicos animales no humanos que besan: las antiguas prácticas higiénicas derivaron en el beso humano actual

Los besos humanos serían una herencia de antiguos rituales de acicalamiento de los grandes simios.

Los besos humanos serían una herencia de antiguos rituales de acicalamiento de los grandes simios. / Crédito: Pixabay/CC0 Public Domain.

Pablo Javier Piacente

El acto final del aseo de los simios implica labios sobresalientes y una ligera succión, para eliminar los desechos o parásitos, un comportamiento que persistió incluso cuando su función higiénica disminuyó. Un nuevo estudio sugiere que esta conducta refleja la forma, el contexto y la función de los besos humanos modernos.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Warwick, en Inglaterra, concluye en un trabajo científico publicado recientemente en la revista Evolutionary Anthropology que las prácticas ancestrales de acicalamiento de los grandes simios son el antecedente directo del beso humano moderno: los especialistas sostienen que la forma de utilizar los labios y otros elementos marcan el origen de esta práctica contemporánea.

Rastreando el origen de los besos

Hablar de besos es referirse en parte a nuestra esencia humana, y al mismo tiempo a la existencia de las enormes diferencias culturales que nos atraviesan. Las características de los besos cambian según el país y la región, pero además pueden comunicar cuestiones muy diferentes: pasión, amor, cariño o protección motivan por igual a una de las prácticas culturales más arraigadas en las sociedades humanas.

Ahora bien, ¿de dónde vienen los besos? ¿Cómo podemos rastrear su origen? Según un artículo publicado en Phys.org, el beso es un método versátil para mostrar signos de afecto, intimidad o vínculo social de una manera regulada, ya que debe seguir ciertas normas de acuerdo al contexto. Sin embargo, determinar cómo comenzaron los besos es un debate en curso en la comunidad científica.

Estudios previos sugieren un origen en los comportamientos de cuidado relacionados con la crianza, como la lactancia infantil o la práctica de alimentar a los bebés con productos masticados previamente, ante la ausencia de otras instancias de preparación. Otras hipótesis relacionan los besos con una prueba de compatibilidad, un test de olfato sutil o una muestra de sabor de la microflora, con el propósito de determinar la salud genética.

Sin embargo, si buscamos paralelos en el mundo animal, solamente hallaremos un comportamiento que coincida con la forma y la función de los besos humanos en nuestros primos evolutivos más cercanos, los chimpancés y los bonobos. A partir de este dato de la realidad, la nueva investigación estructura una explicación para el origen de las prácticas humanas actuales.

Una vieja conducta de aseo que evolucionó con el desarrollo cultural

Según indica Adriano Lameira, autor principal del estudio, en una entrevista realizada por la revista Science, al explorar las raíces evolutivas de este comportamiento íntimo puede encontrarse que el aseo es un medio clave para establecer y mantener lazos sociales en las comunidades de grandes simios, y que posiblemente el beso humano sea una herencia de estas conductas.

Lameira y su equipo sugieren que los besos comenzaron como un ritual de acicalamiento y limpieza de la piel, que todavía se observa en los chimpancés modernos y otros grandes simios. No cabe duda que se trata de una práctica que se mantiene desde los inicios de nuestra especie: algunos datos indican que los neandertales intercambiaron saliva con humanos modernos y compartieron microbios orales hace más de 100.000 años.

En concreto, el comportamiento que integra la misma forma, función y contexto que el acto humano de besar es el último paso del aseo entre los grandes simios: uno de ellos se acerca con los labios sobresalientes y hace un movimiento de succión para aferrarse a cualquier parásito que haya encontrado en la piel de su compañero. En verdad, esa podría ser probablemente la forma más antigua del beso, que evolucionó culturalmente entre los humanos en cuanto a su función, frente a la ausencia de un pelaje profuso que obligara a un acicalamiento tan estricto.

“Los besos solamente podrían haber evolucionado luego que nuestros antepasados dejaran los árboles y comenzaran a desarrollar su vida en el suelo, hace aproximadamente 7 millones de años. Algunos millones de años después, empezamos a perder pelaje: en ese momento ya no necesitábamos un comportamiento higiénico para mostrar afecto, pero nos aferramos a una vieja conducta que podía seguir utilizándose como símbolo de acercamiento”, concluyó Lameira en la entrevista.

Referencia

The evolutionary origin of human kissing. Adriano R. Lameira et al. Evolutionary Anthropology (2024). DOI:https://doi.org/10.1002/evan.22050

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