El oso cavernario (6)

La ciencia, todavía, no es cosa de mujeres

La historia no les ha otorgado la importancia que tienen, ni tampoco les ha dado la oportunidad de estar presentes en muchos campos científicos

La mujer no está todavía equiparada en el campo científico.

La mujer no está todavía equiparada en el campo científico. / Chen en Pixabay.

Alicia Domínguez y Eduardo Costas.

Aunque parezca increíble, la mujer sigue siendo todavía una rara avis en el mundo de la ciencia: la discriminación de género es palpable no solo en la invisibilidad que padece, sino en el trato vejatorio que todavía perdura y en el peso que ejerce el ambiente exclusivo en la mentalidad social. Apenas el 5% de las niñas elige hoy el camino de la ciencia, lo que representa un grave problema para el futuro.

 

 Alicia Domínguez y Eduardo Costas (*)

Comenzaremos este artículo proponiendo un acertijo: Un padre viaja en coche con su hijo de 8 años. Salen de Madrid hacia Valencia. Al poco, el niño se impacienta y a cada momento, pregunta cuánto falta. El padre se pone nervioso. Acelera. Cerca de Valencia, tienen un terrible accidente en el que el padre muere y el niño resulta gravemente herido.

Los servicios de emergencia consiguen estabilizarlo y llevarlo a un hospital cercano, donde ingresa con traumatismos craneoencefálicos tan graves que es muy probable que muera. Los médicos están desolados ante la imposibilidad de hacer nada más.

Un joven adjunto sugiere que llamen a la mayor eminencia en traumatismos craneoencefálicos infantiles del país que, por suerte, trabaja en otro hospital de Valencia, con lo que en poco tiempo podría llegar, intervenir al niño y, tal vez, conseguir que sobreviva.

Llaman a la eminencia que, inmediatamente, se desplaza al hospital. Los médicos se hacen a un lado, es un verdadero mito en la profesión, en la esperanza de que semejante celebridad pueda hacer algo.

Pero nada más ver al niño la eminencia exclama: “No puedo atenderlo, es mi hijo”. ¿Cómo es posible que la eminencia diga que es su hijo, si el padre del niño ha muerto en el accidente?

Muchos habrán pensado que se trata de un matrimonio gay, pero la respuesta es más sencilla: la eminencia médica es la madre del niño. ¿Cuántas personas hemos caído, inmediatamente, en ello?

Eminencia masculina

Lamentablemente, sigue existiendo la idea de que cualquier eminencia tiene que ser un hombre. Y esto es así porque la historia no ha otorgado a las mujeres la importancia que tienen y tampoco les ha dado la oportunidad de estar presente en muchos campos, especialmente, en el de la ciencia en el que, aún hoy, es un hecho su baja representación en las disciplinas conocidas como STEM  (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) o entre los laureados con el premio Nobel (sólo el 3% de los premios otorgados en Ciencia, Física, Medicina y Química han sido para una mujer) o en la dirección de grandes grupos de investigación.

Por desgracia, las mujeres apenas si representan el 21% de los cargos investigadores de primer nivel dentro de la universidad pública y el 25% en los organismos públicos de investigación (OPIs) españoles, según se desprende del Estudio sobre la situación de las jóvenes investigadoras, realizado por la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia e Innovación (2021).

Efecto tubería rota

Y ello no se debe a que las mujeres no estudien carreras de ciencias —en el 2018, según datos del Ministerio de Universidades, había 234.798 profesionales en todos los sectores, público, privado y enseñanza superior, de los que el 41% eran mujeres y en el 2019, se aprobaron 10.165 tesis doctorales en España, de las cuales 5.106 correspondían a investigadoras y 5.059 a investigadores, aunque preocupa el descenso de la presencia femenina en áreas clave para el desarrollo tecnológico de la sociedad como la ingeniería informática, en el que éstas han pasado de ocupar un 30% del alumnado en los años ochenta a apenas un 12% en la actualidad—, sino a que el llamado efecto “tubería rota” o que gotea (leaky pipeline) hace que las mujeres tengan una representación mayor o igual que los hombres en las primeras etapas de la carrera investigadora, pero menor a medida que sube el rango.

Y este reducido número de mujeres en puestos altos o de decisión dentro de la escala produce el efecto colateral de que siempre se llame a las mismas investigadoras para que participen en congresos, tribunales o en los medios de comunicación, con lo que los referentes siguen siendo muy reducidos.

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El ambiente exclusivo condiciona el desarrollo intelectual y personal de la mujer en nuestra sociedad. / Chen en Pixabay.

El ambiente exclusivo y la brecha de género

En nuestro anterior artículo, Heredabilidad, concluíamos que atribuir una menor inteligencia a la mujer en base a causas genéticas era rotundamente falso, ya que alrededor del 40% de las diferencias de inteligencia entre las personas dependía del denominado ambiente exclusivo.

Y es aquí donde, realmente, hay diferencias notorias entre hombres y mujeres en cuanto a la educación recibida, los estereotipos inculcados, los roles asignados, las creencias transmitidas…

Así, por ejemplo, se suele insistir en que hombres y mujeres tenemos capacidades intelectuales diferentes, y mientras los primeros son buenos en matemáticas, las segundas lo son en habilidades sociales y en el lenguaje.

Un estudio publicado recientemente por la revista científica estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, concluye que aun cuando los resultados académicos en matemáticas sean similares en niños y niñas, éstas lograron una nota aún mejor en lectura.

Y según Sara Cattan, directora asociada y jefa del sector de Educación y Habilidades del Institute for Fiscal Studies de Londres, "se demuestra que lo más importante en el momento en que los chicos y las chicas eligen su campo de estudio, no es lo buenos que son en matemáticas o en lectura, sino lo buenos que son en matemáticas en comparación con la lectura. Esta es, realmente, una historia sobre la ventaja comparativa y no sobre la absoluta".  

¿Ventaja o inconveniente?

Así, se entiende que las mujeres se decanten por carreras relacionadas con las habilidades sociales o el cuidado, consecuencia inevitable del rol de género. Pero son, precisamente, las carreras de medicina o veterinaria las que requieren una nota de acceso superior, tienen más créditos que las ingenierías y en las que las mujeres suelen tener los mejores expedientes.

Al final, una ventaja, tener la misma habilidad para las matemáticas, pero más para el lenguaje, puede llegar a ser un handicap.

Esto, unido a otras circunstancias como los pocos referentes de científicas que nos han llegado, el impedimento para acceder a las academias de ciencia o a la universidad, la dificultad para conciliar o el sexismo y la violencia de género a los que no es ajeno el mundo de la ciencia, hacen el resto…

Tenemos poquísimas referencias a mujeres en los libros de texto (apenas un 7,6%) y en las citas de trabajos académicos (apenas un 12%), con lo que faltan ejemplos a los que imitar.

El ejemplo es fundamental, y si no tenemos referentes femeninos en el mundo de la ciencia, no será fácil despertar nuevas vocaciones científicas entre las mujeres.

El efecto Matilda en la sociedad.

El efecto Matilda en la sociedad. / Fundación Aquae.

Efecto Matilda

Mila Sáinz,

Y esta ausencia de mujeres en los libros de historia no se debe solo a que sus méritos no se hayan visto reconocidos, sino, también, a que sus parejas o compañeros de investigación se los apropiaron.

Es lo que se conoce como el Efecto Matilda, en honor a Matilda Joslyng Gage, la primera activista en denunciar la injusticia que supone que se hayan ignorado los hallazgos de brillantes investigadoras.

Este ninguneo al que se ha sometido a la mujer favorece la creencia de que si éstas no están presentes es porque no tienen el talento necesario para acceder a estos ámbitos y no por la discriminación a la que, históricamente, ha sido sometida.

Invisibilidad de la mujer

El hecho de habérsele negado a las mujeres el acceso a las academias de ciencia y a la universidad —Las primeras que abrieron sus puertas a la mujer fueron las de París y Zurich entre 1850 y 1890, mientras que en España no se dio acceso libre a la mujer hasta 1910— ha sido determinante.

Y no es casual que en casi todos los países las primeras universitarias fueron médicas, como dice Alicia Itatí Palermo, socióloga de la Universidad Nacional de Luján (Argentina) tal vez porque “el impulso a la medicina parecía natural en las mujeres, tan natural como la enseñanza, pues las esposas y madres eran en el siglo XIX, como lo habían sido siempre, las supervisoras de la salud y las enfermeras en el hogar”.

Cada vez menos científicas

Tampoco es una causa menor de esta infrarrepresentación femenina en la ciencia la dificultad para conciliar. Las carreras investigadoras requieren muchos años hasta consolidarse, justo los años en los que la mujer está en edad fértil y tiene que elegir entre entregarse a la ciencia o ser madre.

De ahí que las científicas tengan carreras más cortas que sus compañeros: 9,3 años de media ellas y 11 años ellos. Esto se traduce en un mayor riesgo de abandono de la carrera investigadora, lo que les da a los científicos varones una ventaja a lo largo del tiempo.

Y si a eso se le suma el sexismo y la violencia de género que sigue existiendo en el mundo de la ciencia, —Ángela Bernardo, autora del libro Acoso, #MeToo en la ciencia española, afirma que hay situaciones muy frecuentes, como los comentarios peyorativos, los insultos y menosprecios o las bromas ofensivas, que se convierten en obstáculos invisibles para las mujeres—, el combinado está servido para que apenas el 5% de las niñas quieran ser científicas.

Y esto es un grave problema para el futuro. Como dice, António Guterres, secretario general de la ONU: "Si no revertimos esta tendencia y si no tenemos una paridad real en mujeres y hombres definiendo y diseñando las tecnologías del futuro, corremos el riesgo de que las relaciones de poder entre hombres y las mujeres se inviertan nuevamente. La educación de las niñas en las áreas de ciencia y tecnología es absolutamente esencial desde el punto de vista de la igualdad de género en el futuro”. 

Ahí está el reto.

(*) Alicia Domínguez es doctora en Historia y escritora. Eduardo Costas es catedrático de Genética en la UCM y Académico Correspondiente de la Real Academia Nacional de Farmacia.

Referencias

Matemáticas: la clave que puede explicar por qué más chicos que chicas estudian carreras de ciencias - BBC News Mundo

Acoso, #MeToo en la ciencia española. Ángela Beernardo. (Ed. Next Door Publishers)

La mujer en la ciencia. Ignacio López-Goñi (coordinación), Iñigo Izal Azcárate (ilustraciones), María Arechederra, Pablo Cobreros, Ignacio López-Goñi, Alberto Morán, Ana Moreno, María Ujué Moreno, Carmen Palacios, Marta Revuelta (guiones), Alicia Díez (adaptación y diseño de actividades) Editorial: Ediciones Universidad de Navarra

Mujeres con ciencia. Blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

Mujeres en primera línea de la investigación en la ciencia y la tecnología - womennow

Ser mujer, una barrera profesional en la investigación (womennow.es)

Grandes mujeres científicas olvidadas por la historia - womennow

"#TanSexyQueDistraigo": las divertidas respuestas de científicas al comentario machista de un premio Nobel - BBC News Mundo

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Proporción de mujeres y hombres en los Premios Nobel, en gráficos (epdata.es)

Mara Dierssen, neurocientífica: “Para tomar una decisión importante, lo mejor es dejarse llevar” | Ideas | EL PAÍS (elpais.com)

La brecha de género en la Ciencia: una desigualdad alimentada por los sesgos y estereotipos en torno al sector (20minutos.es)

El acceso de las mujeres a la educación universitaria (scielo.org.ar)