Una investigación ha demostrado que a las abejas les apasiona jugar a la pelota y que incluso pueden aprender a "marcar goles", lo que demuestra que tienen una mente sofisticada y que no son seres robóticos. Son casi como nosotros.

Una nueva investigación ha descubierto que a las abejas les gusta jugar a la pelota, un juego por el que tienen preferencia los más jóvenes y los machos sobre las hembras. Los resultados de esta investigación se publican en la revista Animal Behavior.

Es la primera vez que se demuestra el comportamiento de juego con objetos en un insecto, lo que se suma a la creciente evidencia de que las abejas pueden experimentar "sentimientos" positivos, destacan los autores de esta investigación.

En la naturaleza hay muchos animales que juegan solo por diversión, pero la mayoría de los ejemplos conocidos provienen de mamíferos y aves jóvenes.

En los niños, la práctica del juego promueve las conexiones de las neuronas en la corteza prefrontal del cerebro. Sin experiencia de juego, esas neuronas no se desarrollan.

Todavía no sabemos el significado de esta capacidad lúdica en los insectos, cuyos cerebros y comportamientos están muy alejados de los de otras especies de mamíferos y aves. Lo que sí sabemos es que el rodamiento de bolas por abejas cumple con los criterios de juego animal.

Mentes sofisticadas

El autor principal de esta investigación, Lars Chitka, profesor de ecología sensorial y conductual en la Universidad Queen Mary de Londres, y autor del libro reciente 'La mente de una abeja', pone de manifiesto en un comunicado que esta investigación proporciona una fuerte indicación de que las mentes de los insectos son mucho más sofisticadas de lo que podríamos imaginar.

Lars Chittka ha estado investigando las abejas durante los últimos 30 años y ha llegado a conclusiones asombrosas: las abejas no solo pueden contar, sino también seguir reglas y categorizar flores.

Asimismo, pueden aprender de las demás abejas, no solo qué flores son gratificantes, sino también cómo acceder a ellas, según recuerda la investigadora australiana Eliza Middleton en un artículo publicado en The Conversation para analizar la obra de Chittka.  

También se ha descubierto que, para fijar ese aprendizaje, las abejas necesitan un sueño tranquilo y sin sobresaltos, destaca por su parte Ignasi Bartomeus (EBD-CSIC), en otro artículo no menos significativo sobre el sofisticado cerebro de las abejas. Estos insectos necesitan dormir para recordar lo aprendido.

Incluso marcan goles

En un experimento anterior al descubrimiento de la pasión de los abejorros por jugar a la pelota, Chittka descubrió algo no menos relevante: que incluso les gusta "marcar goles".

Esa investigación previa demostró que se puede enseñar a los abejorros a marcar un gol, haciendo rodar una pelota hacia un objetivo, a cambio de una recompensa de comida azucarada.

La nueva investigación ha ido un poco más lejos: demuestra que las abejas hacen rodar bolas repetidamente, sin haber sido entrenadas y sin recibir ningún alimento por hacerlo.

Eso significa que ese comportamiento meramente lúdico es voluntario y espontáneo, por lo tanto, similar al comportamiento de juego que se ve en otros animales y en los seres humanos.

Como en un polideportivo

El nuevo estudio siguió a 45 abejorros (Bombus terrestres) en una arena y les dio la opción de caminar por un camino sin obstrucciones para llegar a un área de alimentación, o desviarse de este camino hacia las áreas donde había bolas de madera: resultaron ser las preferidas por estos insectos.

Una vez en la “pista”, como si estuvieran en un polideportivo, las abejas individuales rodaron bolas entre 1 y, sorprendentemente, 117 veces durante el experimento. El comportamiento repetido sugiere que hacer rodar la pelota es algo gratificante para estos insectos, destacan los investigadores.

La cosa no quedó ahí: en un experimento adicional, otras 42 abejas tuvieron acceso a dos cámaras de colores, una que siempre había contenido bolas móviles y otra que nunca tuvo objeto alguno.

Sin trampa ni cartón

Cuando se les dio a elegir entre las dos cámaras, ninguna de las cuales contenía en ese momento bolas, las abejas mostraron preferencia por el color de la cámara previamente asociada con las bolas de madera.

La configuración de los experimentos eliminó cualquier noción de que las abejas estaban moviendo las bolas para un propósito mayor que no fuera el juego.

Por otro lado, insisten los investigadores, hacer rodar a las bolas no contribuyó a las estrategias de supervivencia, como obtener comida, limpiar el desorden o aparearse, y se realizó en condiciones libres de estrés. 

No son robots

Otro autor de este estudio, Samadi Galpayage, de la misma universidad, expresa así su asombro: “es alucinante, a veces divertido, ver a los abejorros mostrar algo parecido al juego. Se acercan y manipulan estos 'juguetes' una y otra vez”.

Y añade algo no menos significativo: “este experimento demuestra, una vez más, que, a pesar de su pequeño tamaño y diminutos cerebros, las abejas son más que pequeños seres robóticos. En realidad, pueden experimentar algún tipo de estado emocional positivo, aunque sea rudimentario, como lo hacen otros animales más grandes, esponjosos o no tan esponjosos. Este tipo de hallazgo tiene implicaciones para nuestra comprensión de la sensibilidad y el bienestar de los insectos y, con suerte, nos alentará a respetar y proteger la vida en la Tierra cada vez más”. 

Ya sabíamos que la vida de las abejas no es sencilla: necesitan procesar información compleja y tomar decisiones y eso requiere un cerebro sofisticado.

Lo que no sabíamos es que se parecieran tanto a nosotros en nuestra pasión por la pelota, con la que empezamos a jugar solo después de los dos años de edad.

Referencia

Do bumble bees play? Hiruni Samad et al. Animal Behaviour, 19 October 2022. DOI:https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2022.08.013