Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Maldeojos

Influencer

Los hay. Existen. Antes había decoradores, maestros, escritoras, abogadas, arquitectas, ebanistas, actores, pasteleros. Ahora hay youtuber. Y, sobre todo, influencer. Me parto. Es un palabro inglés que remana del verbo "influence", es decir, influenciar. Pero este país es tan moderno, tan garrulo, tan cretino, que hace de palabras ajenas términos que no entiende ni dios. Hasta que acaban instaladas en un uso espeso, relamido y bobo. Ser influencer es, por tanto, alguien que influye. ¿Un escritor, un filósofo, un diario, una cadena de televisión, la radio, un grupo de música son influencer? Qué va. Esas son cosas de pardillos. El influencer -me rindo por el momento, lo escribo sin comas- no es cualquiera. Tiene que ver con el mundo de la moda, es más, con la capacidad de poner en órbita algunas modas o, mejor, tendencias. Ya salió. Tendencias.

Ya no hay moda. Hay tendencias. Y para que la tendencia a llevar granos pintados en la cara, cascos de moto en la cabeza aunque vayas andando, un ojo negro y otro pistacho, o ponerte chaqueta de terciopelo, pantalón corto, calcetines azul cobalto y chancletas sea un éxito, hacen falta influencer a cascoporro. Más porro que casco, todo sea dicho. Y como Telecinco es guay, es tendencia, es la punta de la misma polla, allá que defeca y pare Quiero ser -lo han pasado a Divinity por baja audiencia-. Es un talent, chúpate esa, y los aspirantes intentarán convertirse en el "trandsetter más top". Trandsetter más top. La burricie no tiene límites. Para que no haya duda de lo serio de la mamarrachada, presenta la cosa Sara Carbonero, una influencer que, si lo es, dice, no es de forma consciente. Para, para, que me tiro del tren en marcha.

Compartir el artículo

stats