Supongo que conocen al hombre lija. Es lo último, el flipe recién llegado a la pantalla del salón que aparece justo cuando los programas nos dan un descanso y nos dejan en manos de la publicidad. El hombre lija es el tipo que tiene una barba tan dura, y tiene la cabeza tan ida, que arrima su cara a una madera, y zas, se pone a pulirla. ¿Lo han visto? La historia es estupenda. Aparece una mujer en pantalla, y luego otra, y otra, y todas van contando las maravillas de sus hombres, que si retira la mesa, que si le lleva flores, que si tiene sentido del humor. Pero una voz pregunta, ¿te da besos? Y la mujer, callada, empieza a llorar con un desconsuelo de niño abandonado. ¿Razón? Porque vive con un hombre lija, el que con la barba es capaz de pulir maderas o hacer otras virguerías de mucho alcance pero no puede besar porque de hacerlo rasparía tanto la delicada piel de su dama que ésta acabaría llamando al 016 como mujer maltratada, permítanme el chiste donde no lo hay cuando la realidad irrumpe en serio. No es literal, pero sí el espíritu del anuncio de cuchillas que tira por la exageración, el descaro y el humor. Gillette contra el hombre lija. Tanto impacto ha causado que de no haberla creado la efervescente Usun Yoon, un servidor hubiera puesto en marcha la Asociación de Amigos del Hombre Lija. Si hay Asociación de Amigos de la Capa, de la Boina y otras entidades culturales que reciben dinero público para mantener decimonónicos trasnoches, ¿por qué no una que proteja al hombre lija?

Sin salir de El intermedio, la mejor oferta a esa hora de la noche en que un publicista se sienta en un sillón y echa su monserga estableciendo lo que es malo y lo que es peor en G20, unos peluches sacan la cabeza por un agujero de la mesa y hablan con el invitado como si las hormigas que dicen ser tuvieran la más mínima gracia, y unos actores, y en menos de 15 minutos, fulminan las convenciones de la familia no porque Padres sea la caña de España sino porque uno prefiere vivir con un gato que parecerse a la gente que sale en la serie, en el programa de La sexta hay tesoros rarísimos como el talento, la reconstituyente ironía, y algo excepcional, considerar al espectador un ser con criterio y con un poquito de inteligencia, es verdad que sólo apto para cómplices que entiendan el mundo desde una óptica, sí, avanzada, de izquierda social. Y llega Thais Villas, desde hace meses trasmutada en mujer de derechas porque ve en los políticos del PP a señores que la entienden y admiran su cerebro y no sólo su cuerpo como hace Wyoming, y nos pone el vídeo de cuando hace un año encargó unas misas llamando a diferentes iglesias por la memoria de Fran, Francisco Franco, el señor con la lija más dura de Essspaña aunque advierte que sí, que le gusta Franco, pero al mismo nivel que unas buenas perlas. En Valladolid un cura se negó a decirle misa al de la vocecilla y bigotito de guiñol ya que "no se puede politizar la ceremonia", pero en Madrid aceptaron, incluso el cura, sin saber que lo grababan por teléfono, acabó reconociendo el desastre "al que nos lleva sin remedio Zapatero". ¿Y qué tal la misa?, preguntó Wyoming. Ah, no fui, dice Thais. Franco era mucho de arriba Essspaña, pero yo soy más de arriba el pompis porque el 20N tenía pilates.

De ahí a la impagable actuación robada del padre Loring, era cuestión de segundos. Y aparece el cura de no sé qué canal con su prédica destinada a convencer a los perdidos ateos de la existencia irrefutable de Dios con un ejemplo que no admite diatribas, el pollito. Un pollo existe, decía el padre Loring moviendo las manos y dando saltitos como un pollo que picotea aquí y allí, porque sale del huevo, sí, sí, coge un huevo, caliéntalo en el microondas a 40º, y saldrá un pollo, ¿a ver quién puede hacer eso si no es Dios? Me convenció. Ese tío es un crack. Que se quiten los charlatanes al uso de El club de la comedia, abajo Paquirrín, fuera Santi Millán, que ejecuten a Manel Fuentes, viva el padre Loring, el cura que con la lija de su verbo hace que el rebaño en desbandada sea capaz de volver a los templos como el que va de botellón a desbarrar, pura fiesta. Es lo que nos encontramos en la mentada Padres, borrachera alucinante que endilga la cadena gris hacia las diez de la noche. Ni zafia ni gamberra, ni verosímil ni hilarante, nada, es una sucesión de escenas que tratan de reflejar la vida de dos familias a cual más plana y sin el más mínimo atractivo, ni por realista, que no cuela, ni por surrealista, que tal vez tendría su puntito. Papá, papá, pregunta el hijo pequeño de la familia Mellizo en el baño sentado en la taza del retrete mientras el papá se recorta la barba, ¿por qué las maquinillas llevan cinco hojas? Para apurar bien. ¿Es que con dos no hay bastante?, insiste el nene. Sí, pero si hay tres apura mejor. No convence al crío, que sigue interesado en el por qué de tanta cuchilla. Podría seguir, pero evito a los lectores semejante pamplina, una escena que resume unos minutos de televisión fallida que para Antena 3, con el mismo nivel de alucinación que algunos políticos, es un retrato de la familia universal.

¿En serio? Con lo bien que estaba Cristina de Inza haciendo de mala en Amar en tiempos revueltos como Encarna y Lola Marcelli como sufridora de vanos amores y dueña del Moroco. La tirilla Padres podría salvarse si en bloque, los Mellizo, los Nieto, hicieran la maleta y se apuntaran a Perdidos en la tribu, donde quizá penaran sus muchas faltas. La que más, la falta de humor, gravísimo pecado cuando se pretende y el espectador, con cara de lija, se queda como un lechuguino, tal como cuando el ridículo Risto Mejide se cala las gafas de matar, se repantinga en el sillón, y manda a la hoguerita de guiñol a sus personajes, sin puñetera gracia, coño, qué poco sentido del humor maneja este hombre, ¿mentiendes? ¿Han visto a David Muro, uno de los palurdos de Escenas de matrimonio desbocado y gordinflón presentando Toma cero en Telecinco? Qué quieren que les diga. Eso es un hombre lija, y no el del anuncio.