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La novela de la crisis

Diego Sánchez Aguilar aborda la realidad como distopía en Factbook

Diego Sánchez.

La novela 1984 de George Orwell se publicó en 1949 y se mantuvo por delante de su propio tiempo durante décadas, incluso después de la fecha que le da título. Siempre se leyó como una distopía, por lo que quedaba descontextualizada de la vida cotidiana. Una deformación de la realidad que permitía verlo todo más claro, pero en un ámbito, digamos, teórico, conceptual. Tras unos cuantos años en los que ha sido más citada que leída, la novela vuelve a ocupar posiciones entre los libros más vendidos en edición de bolsillo. Se vuelve a ella en un formato cómodo de llevar aquí y allá porque ahora, aunque sea de manera un tanto esquemática, se ha convertido en un referente de nuestra rutina. Ya no hay distopía que pueda impresionar a nuestra realidad cotidiana. O mejor dicho, la realidad se ha vuelto distópica.

Factbook. El libro de los hechos, primera novela de Diego Sánchez Aguilar, plantea precisamente la realidad en esos términos: "Quería que el lector pudiera leer el presente como si se tratara de una distopía, porque ese es el sentimiento que me despierta esta realidad que nació hace ya una década con el inicio de la crisis". Crear, por tanto, un mundo paralelo mediante el cual los lectores veamos la realidad que nos rodea como eso, como una realidad distópica, porque la sociedad actual no puede ser comprendida de otra forma. Vemos mejor las cosas cuando las deformamos un poco. Levemente. Es lo que hace el autor con alguna de las decisiones legislativas de los últimos años: hace desaparecer la prestación por desempleo, aborda el despido masivo del 30% de los funcionarios, los trabajadores negocian individualmente sus condiciones de trabajo€ o con algunos elementos futuristas de otro orden que probablemente estén a la vuelta de la esquina, como una clínica ilegal de criogénesis o una red social que sea el reverso de facebook, la negación del yo, el listado anónimo de datos.

Factbook comienza con una imagen muy poderosa de la que se hace eco con acierto la portada del libro: la silueta de tres personas ahorcadas en un toro publicitario de Osborne. El presidente del FMI, el presidente de la CEOE y la ministra de trabajo, personajes de ficción a los que una red social de internet llamada Factbook parece haber sentenciado como responsables directos de la crisis económica que se inició en 2008. La novela se estructura mediante la intercalación de tres voces diferentes que no guardan contacto entre sí: Rosa, una profesora de instituto que tuvo un papel activo durante el 15M y vive inmersa en el desencanto; Gustavo, su pareja de entonces, ya desencantado de inicio, guionista de televisión y en la actualidad del relato internado en la citada clínica ilegal de criogénesis, y las respuestas de un policía en una investigación sobre los objetivos de esa red social llamada Factbook.

El relato se sustenta en la sólida construcción de esas tres voces que se interrogan, dudan, se debaten consigo mismas, en las que siempre hay un desajuste, islas dentro de islas, una imposición de lo externo que resulta irreconciliable con su imagen mental. Lo externo también es imagen, una pantalla de pantallas, islas dentro de islas, una constelación de destellos, las imágenes en bucle del telediario de la mañana, las redes sociales, las series de televisión escritas por Gustavo, una constelación de destellos, de máscaras, España como un relato, como una serie con demasiadas temporadas, un culebrón interminable, una promesa de apocalipsis que nunca llega. Lo piensa Rosa de espaldas a la pantalla del televisor mientras suenan los acordes del primer telediario: "Cuándo empieza el mecanismo que hará descarrilar por fin el mundo. Acudo siempre, con esa esperanza adormecida, continuamente excitada por esa música estridente que lo promete todo y al final no entrega nada".

Los asesinatos ocurren en menos de un mes y nadie sabe nada. Nadie los reivindica, nadie sabe qué relación hay entre los ahorcados y la pintada "Factbook" sobre el cuerpo negro del toro de Osborne. Factbook es una red social que no sirve para nada de lo que habitualmente se hace en una red "normal" como Facebook o Instagram. No te pregunta qué estás pensando, no se pueden subir fotos, ni imágenes, ni vídeos. Solamente texto. Texto anónimo de gente que se borra a sí misma, que escribe solamente hechos, datos, listas de objetos, de precios, de empresas, de nombres y apellidos. Miles de personas escribiendo y mirándonos a todos de otra manera. Horas de trabajo de gente anónima que se dedica a acumular productos y precios de esos productos, el nombre de la multinacional que los elabora y el nombre del presidente de la compañía, sus ganancias y las condiciones laborales de sus empleados. Sus autores se borran a sí mismos en una red de cifras, de nombres y apellidos. La investigación que intenta probar la relación de Factbook con los asesinatos se encalla, porque no se vislumbra ningún líder, cientos de miles de personas como un ejército de fantasmas: "Imaginar que no hay ningún líder, que toda esa gente se ha puesto de acuerdo de una manera espontánea. es terrorífica, esa imagen. Gente que no se conoce, que no sabe siquiera los nombres del resto de usuarios de la red, haciendo lo mismo, escribiendo las mismas cosas".

Esta perspectiva sociológica y política se articula mediante la dimensión íntima de las tres voces narrativas, cada una de ellas ejerciendo desde su burbuja particular una inmersión en el pasado colectivo más reciente para recapitularse en medio del desastre personal. Las dos crisis, la personal y la colectiva, se conjugan más allá de lo evidente. Después de Factbook va a ser difícil contar la crisis del 2008 de otra forma.

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