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Las amazonas pacíficas

Un modelo para a(r)mar

Charlotte-Anna-Perkins-Gilman.

Desde hace poco más de un año, el "New York Times" incluye un apartado en su página de necrológicas titulado "Ya no serán invisibilizadas" (Overlooked no more), donde aparecen los aniversarios de aquellas mujeres que, habiendo desarrollado trabajos notables para el bien común, murieron sin pena ni gloria. La iniciativa es buena y es un paso más para ir componiendo un puzzle histórico donde faltan aún tantas piezas. Viene esto a cuento de que las editoriales españolas y quienes traducen para ellas son las que están haciendo aquí una labor encomiable para que autoras tan importantes como Charlotte Perkins Gilman no sean invisibles por más tiempo en nuestro país.

Perkins Gilma n (1860-1935) fue una mujer muy trabajadora. Graduada en Artes, mantuvo a su madre y a su hermano durante años dando clases particulares y dibujando tarjetas de felicitación. Ya casada dirigió una revista para dar salida a sus ideas fabianas y sobre la situación de las mujeres, impartió conferencias por todo Estados Unidos y escribió libros de historia, ética y antropología, además de varias novelas muy significativas y relatos breves.

Las investigadoras feministas de la década de los 1970 no tardaron en redescubrir la primera novela de Gilman, El papel de pared amarillo, publicada en 1892, y en establecerla como uno de los textos literarios fundacionales del feminismo estadounidense, junto con El despertar (1899), novela de Kate Chopin. La novela de Gilman, basada en la propia experiencia de Gilman durante el periodo depresivo que sufrió tras dar a su luz a su hija, es una crítica directa a las directrices tan diferentes que la medicina de la época aplicaba a hombres y a mujeres: con un diagnóstico de depresión, a ellos se les recomendaba salir y socializar y, si podían permitírselo, viajar a California a saturarse de sol y temperaturas suaves; a las mujeres las enclaustraban y les recetaban reposo absoluto, mucha comida y nada de trabajo intelectual (no se les permitía tener papel ni lápiz, ni material de lectura).

La protagonista de El papel de pared amarillo pugna continuamente por salir de su encierro y solo consigue que aseguren su habitación aún más, hasta que la única vía de escape posible es a través de su imaginación, y la declaran loca. Perkins Gilman escapa a este destino, no siempre restringi do a la ficción, aplicándose la receta masculina y yéndose a California.

Gilman creía en la razón y en la fuerza de la cultura, por lo que se declaraba pacifista y se oponía a todo tipo de poder coercitivo. Producto de esta manera de pensar, expresada en todos sus artículos, es su trilogía utópica, de la cual la segunda novela es El país de las mujeres, publicado en varias entregas, a lo largo de 1915, en la revista de la propia autora, "The Forerunner".

En la novela, tres hombres encuentran, en una expedición científica, un país en el que únicamente viven mujeres, que se reproducen por partenogénesis y dan a luz solo hijas. Estas mujeres han conseguido una organización política, económica y social que les permite vivir en paz, en armonía con la naturaleza, y que, sin escalafón ni prebendas, disfrutan de lo que les depara cada día. Los tres visitantes constituyen arquetipos muy diferentes de la sociedad occidental, por lo que sus reacciones varían consistentemente; es el sentido del humor de la propia Gilman el que quita hierro a las críticas más hirientes, dejando al descubierto la incomprensión y el miedo de quien las hace, puesto que "también los hombres sufren de una personalidad distorsionada por los malos hábitos de dominio y poder".

La lógica que exhiben las mujeres es aplastante, es la de la propia Gilman, que opina que habría un cambio notablemente positivo en nuestra sociedad si prescindiéramos de la violencia y, por tanto, de la producción de armamento, y si olvidáramos las máximas sociales de acumulación del dinero y del ansia de posesión, ambas fomentadas por el capitalismo. Nos recuerda, así mismo, que su utopía no se basa en una comunidad femenina, sino en una comunidad humana, porque los hombres pueden unirse cuando quieran. Y es que la autora es una precursora (forerunner), como el título de su revista indica, de las teorías posthumanas actuales, puesto que piensa que la faceta más importante a tener en cuenta al tratar de hombres y de mujeres es "la humanidad que compartimos, y no las diferencias que nos distinguen".

Charlotte Perkins Gilman dixit.

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