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Narrativa breve

Levrero, una fascinante confusión

Los cuentos completos de un excepcional autor uruguayo

Cuando, hace unos años, cayó en mis manos La novela luminosa, de Mario Levrero (Montevideo 1940-2004), me sumergí expectante en su lectura sin contar apenas con un vago conocimiento previo tanto del autor como de sus propuestas. La sorpresa enseguida hizo acto de presencia. Creí que iba a leer una novela y aquello, además de novela, era otra cosa, mezcla de diario, metanovela, pequeños relatos sueltos, reflexiones, noticias… Una fascinante confusión. Indagué los avatares y la personalidad del autor y me encontré con uno de esos perfiles que siempre despiertan mi admiración aunque solo sea por el modo que tienen de afrontar el reto creativo -en su caso desde varios frentes, no solo el literario- y llevarlo a extremos existencialmente determinantes. Un «raro».

Tras la lectura de La novela luminosa ya nunca olvidaría yo dicho título ni el nombre del autor, y me predispuse a aceptar todo cuanto a mí llegara bajo la rúbrica de Mario Levrero, marchamo de calidad. Confío en los escritores que, como confiesa el uruguayo en su autoentrevista (El portero y el otro), asumen con naturalidad que «el asunto suele elegirle a él».

Ahora viene la edición de estos Cuentos completos (al cuidado del hijo del autor, Nicolás Varlotta), donde se recoge casi toda la obra cuentística de Levrero, desde aquel sorprendente La máquina de pensar en Gladys -para mi gusto uno de los mejores títulos que haya dado la literatura universal, con sus reminiscencias de Roussel y los artilugios de Locus Solus, hasta el extremo de que la lectura del pequeño cuento homónimo, ya sea el axiomático (página 19) y su negativo (página 110), nos deja sumidos entre la decepción y el impagable regusto por lo que de dicho relato podría salir pero no sale, pues acudimos al mismo pensando en esa sorprendente máquina de pensar en Gladys de la que solo se nos dice que «produce el suave ronroneo habitual»- hasta Los carros de fuego, en el que hallaremos otra importante reminiscencia, esta vez kafkiana, en el cuento “El bicho negro” que viene a hablarnos de la visita inesperada de un apacible animalejo, o simple mata de pelo negro, al que, tras haberse integrado en la cotidianidad hogareña del narrador, una corriente de aire se lo llevó navegando sobre las azoteas.

Su narrativa, en especial la de recorrido corto pero intenso, nace, por un lado, de soportes evidentes, no solo el Kafka de Odradek o del Gran Teatro de Oklahoma sino también del surrealismo (Levrero admiraba a Leonor Carrington), Dadá o el Oulipo; por otro, de la literatura popular a la que era tan aficionado, en especial la novela detectivesca, el cómic y algo de ciencia ficción. Por eso lo considero como un escritor de exquisitas contradicciones pues, a partir de sus fuentes, consigue «confundir» sabia y gozosamente al lector, entremezclando, equiparadas las valoraciones, la realidad y la ficción, el detalle cotidiano de la vigilia y el apunte onírico. Por algo, este escritor siempre se consideró amigo de los fantasmas. ¿Y si hablásemos de un realismo onírico? «Apagué el cigarrillo en el cenicero y cerré el libro que estaba leyendo… Algo brillaba en la penumbra ». (“Nuestro iglú en el Ártico”, del libro Espacios libres) Quiero destacar que Levrero forma parte del grupo de epígonos de la gran literatura contemporánea, a quienes reverenciamos en atención a un acervo, un orden o al menos una actitud o intención (Perec, Vian, Cortázar, Ribeyro…) Por eso mismo, como uno entre los grandes, está destinado a ser un «autor de culto», así llamados.

MARIO LEVRERO: Cuentos completos

Literatura Randon House, 649 páginas; 23,90 €

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