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Què és cultura

Lo visto en septiembre

De Érase una vez en Hollywood, de Tarantino, a Quien a hierro mata, de Paco Plaza

Lo visto en septiembre

Nada más empezar septiembre he visto dos películas cuyos títulos ya nos meten de cabeza en narrativas míticas: Érase una vez en Hollywood, de Tarantino, y Quien a hierro mata, de Paco Plaza. Me sorprende la coincidencia de ver una tras otra las últimas obras de directores que conjugan el humor y el horror en sus respectivos trabajos prácticamente como marchamos. Pero estamos hablando de películas bien distintas. La de Tarantino es un homenaje al cine de Holywood (películas B y no B) con una historia de líneas paralelas y a veces tangentes a “realidades” históricas. La de Plaza es un cuento moral repleto de violencia física y psicológica que nos hace salir del cine un tanto maltrechos, a pesar de que el título ya nos haya avisado.

La palabra “Hollywood”, más que designar un lugar concreto geográficamente, sugiere fantasía cinematográfica y, en el caso de Érase una vez, muy en particular. Tarantino nos acerca a los entresijos de ese mundo como si nos pudiera acercar a una realidad menos fantástica y, sin embargo, utiliza todos los medios del cine para recrear su propio Hollywood a partir de las ruinas de su memoria fílmica. La tangencialidad con realidades históricas (el asesinato de Sharon Tate, la familia de Charles Manson, actores y actrices que existen o existieron) nos mantiene a la vez entretenidos y en tensión. Por supuesto, como no podría faltar en ninguna de sus películas, la apoteosis final de violencia no es tanto una trivialización de la que nos temíamos sino otra línea paralela que, retrospectivamente, nos da el placer de contemplar una forma de retribución fílmica, fantástica.

Paco Plaza nos presenta una parte de Galicia nada glamurosa ni bucólica: la de los narco-traficantes en la que la violencia forma parte del mercado y genera una espiral de aún más violencia para satisfacción de nadie. Le seguimos los pasos a un protagonista (Luis Tosar) aparentemente ajeno a ese mundo y, a través de sus miradas, su lenguaje corporal y su economía con las palabras, vamos metiéndonos velis nolis en las sombras aterradoras de la venganza. Lo que Plaza aporta a nuestras expectativas con respecto a este título sacado de los Evangelios, no es una advertencia ni una solución; trata más bien de exponernos a la banalidad de la violencia misma (que Hannah Arendt me perdone) a la que optamos como posibilidad, como método de obtener algo que queremos sin tener muy claro qué es exactamente lo que queremos.

Aunque como orácula o pitonisa no valgo nada, me atrevo a augurar todo tipo de premios para estas dos películas y sus actores, pero no se los van a dar por las mismas razones. Unos serán por la atractivísima espectacularidad de la acción y el ingenio de los diálogos, otros serán por la intimidad con el horror.

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