Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Música vista

Una mirada distinta

Marius Petipa.

En aquella pieza teatral elucubrada por la mente del dramaturgo británico Michael Frayn, bajo el título Por delante y por detrás se permite al espectador contemplar, a modo de comedia, lo que sucede a uno y a otro lado de las bambalinas durante la representación; de igual manera, hace pocas fechas tuve el enorme privilegio de poder disfrutar de la representación de El Lago de los Cisnes, no desde el habitual punto de vista del patio de butacas, sino desde las interioridades del mundo de entre cajas.

Les puedo asegurar que es una experiencia tremendamente educativa además de ilustrativa; solo en esa circunstancia es posible el constatar que el esfuerzo de los profesionales de la danza no se circunscribe a los momentos de la visible performance de cada una de sus partes, sino que se trata de una constante que nace desde varias horas antes de iniciarse la visión para el espectador. Calentamientos, estiramientos que se asemejan eternos y que sonrojarían a algunos deportistas de elite de escasos minutos destinados a su previa salida al campo, y todo el ritual que comporta una especialidad artística que precisa necesariamente de una anatomía sumamente preparada, por demás disciplinada y no menos sujeta a sacrificio, preceden a las primeras notas musicales; pero no solo eso.

Se puede vislumbrar la concentración ensimismada de los bailarines, la forma casi evidente de repasar sus próximos movimientos, sus prácticas de algún otro paso que quizá no fuera de su agrado en anteriores representaciones, el perfecto conocimiento de las entradas y salidas sin que nadie tenga que dirigir ese especial tráfico humano que se produce sin encontronazos tras los cortinajes de la sala, la gestualidad de algún consejo dado por la Ballet Master, corrigiendo aquí y allá alguna posición, algún paso, pero sobre todo la transformación que se da en los intérpretes al traspasar esa línea invisible que separa el mundo real del imaginario inventado hace ya más de 125 años por Petipa. Lo que no puede apreciar el espectador desde su butaca es que existe una doble coreografía, la evidente, la perceptible sobre el escenario y la otra, pero no menos importante, necesaria para dar lugar a la primera de ellas, la que se escenifica fuera de la escena; es como si el espectador tan solo pudiera presenciar solo "la mitad" del regalo del Ballet.

Hace ya una vida entera pude asistir a algún ensayo de la Berliner Philharmoniquer con el inmenso Karajan a la batuta en Berlin; allí aprendí, comprendí cual es la verdadera dimensión de la labor del intérprete musical, ahora he sido premiado de nuevo con una similar experiencia; ¿quién podría pedir más? Arte y talento en estado puro.

Compartir el artículo

stats