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Cine

Bruno, mayúsculo, Ganz

El actor alemán falleció a inicios de este año; antes del verano se estrenó una de las últimas películas que interpretó, El vendedor de tabaco. Más que un repaso prolijo de su vida y obra, repasamos el puñado de sus filmes más destacados

Bruno Ganz.

No siempre es fácil separar en una película el mérito o demérito de sus tres pilares, guion, dirección e interpretaciones. Cuando los tres son positivos, como en los casos que expondré a continuación, solo se trata de matizar si una faceta supera ligeramente a las demás. Cuando uno cojea, la duda es si las otras camuflan esa debilidad o se ven arrastradas hacia abajo. Vamos con los ejemplos.

El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2005). Guion de Bernd Eichinger, adaptando el ensayo de Joachim Fest reciclando las memorias de Traudl Junge. Sinopsis: Recreación de los últimos meses de vida de Hitler y el hundimiento del III Reich desde la mirada de Junge, una de sus secretarias personales. Eichinger narra esos meses, semanas, horas finales del dictador sin florituras, pomposidad ni excesos dramáticos. La dirección de Hirschbiegel cede con premeditación el protagonismo al guion y las actuaciones. Sobre todo, la del protagonista real, Adolf Hitler. Para (el suizo) Bruno Ganz era un papel envenenado, porque era la primera producción alemana (¡2005!) en la que el tirano tenía un papel destacado. Ganz, con todos los focos y lupas, alemanes y de medio mundo atentos al fallo, mostró las venas de sangre caliente bajo el pellejo de un monstruo con documentada sangre fría. Humanidad (con alguno de sus subordinados o ayudantes) e inhumanidad hacia el conjunto de ciudadanos alemanes cuando la derrota era evidente e inminente. Firmeza y dudas, optimismo y desazón. Es la única actuación a la altura del dictador (exceptuando, registro antagónico y ficticio, la de Chaplin en El gran dictador.

El cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1987). Otra conjunción terrenal de talentos. La dirección de Wim Wenders, el guion escrito a medias con Peter Handke aunando poesía, metafísica y el positivismo mal llamado ahora 'inspiracional', y el reparto. Bruno Ganz y (leve toque cómico del guion) Peter 'Colombo' Falk encarnan a ángeles que pululan sobre el cielo de Berlín y ayudan a mitigar las penas de sus habitantes más agobiados, hasta que Ganz no puede resistir la tentación de tornarse terrenal y ayudar a una trapecista de circo. Es una obra de autor, arte y ensayo sin diletantismo. Handke lava sus heridas personales con una lección magistral de sensibilidad y empatía; Wenders se luce como fotógrafo y deja un daguerrotipo en blanco y negro de la ciudad post Guerra Fría y pre caída del muro. Ganz clava a su ángel urbano y humano.

El amigo americano (Wim Wenders, 1977). El tercer (primero cronológicamente) gran papel del actor, cerrando otro trío de ases con la dirección de Wenders y Patricia Highsmith como autora de la novela (El juego de Ripley) adaptada. El guion evidenció las virtudes y excesos de la escritora. Creadora de personajes muy potentes. Especialista en sacarlos, y a los lectores/espectadores, de su zona de confort sin llegar a sacarles de sus casillas. Y proclive a enrevesar las tramas, sacrificando un poco o bastante la verosimilitiud. En la realización Wenders vuelve a mostrar que no es un fotógrafo frustrado sino excelso, remarcando sordidez física sobre la podredumbre moral de los personajes tatuada por Highsmith. El reparto regala un mano a mano de Dennis Hopper y Bruno Ganz con dos cameos de lujo, los directores de culto Nicholas Ray y Samuel Fuller.

Cierro anotando otras tres actuaciones notables de Ganz: Nosferatu (Werner Herzog, 1979), Círculo de engaños (Volker Schlöndorff, 1981) y En la ciudad blanca (Alain Tanner, 1983). Gran actor, sentida pérdida.

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