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Cómic

Las mil caras del agente secreto X-9, Phil Corrigan

Dolmen recupera la etapa pop de Archie Goodwin y Al Williamson del personaje que crearon Dashiell Hammett y Alex Raymond

Las mil caras del agente secreto X-9, Phil Corrigan

El agente secreto X-9 fue un encargo del magnate de la prensa Williams R. Hearst al novelista Dashiell Hammett para que sus periódicos pudieran competir con la tira Dick Tracy, de Chester Gould, cuando los gánsteres estaban de moda en la realidad y en la ficción. El dibujante encargado fue Alex Raymond, que acababa de debutar con su nombre en Flash Gordon y Jungle Jim en las páginas coloridas de los suplementos dominicales. El agente secreto empezó en enero de 1934. Esos 15 meses de guión fue lo último que publicó el escritor mejor pagado entonces, Hammett, que viviría hasta 1961 y lo primero que dejó el sobrecargado Alex Raymond, que iba a convertirse en un maestro de enorme influencia, incluso después de su muerte, en 1956.

Archie Goodwin (Kansas, 1937- Nueva York, 1998)y Al Williamson (Nueva York, 1 931-2010) recogieron la tira diaria treinta años después. En ese tiempo, el personaje dejó de tener nombre clave para lograr uno propio, Phil Corrigan, le crearon un hermano, dos novias, una mujer, Wilda, con la que se casó, y una hija, Philda. En manos de dos dibujantes de los años cincuenta, el policiaco se convirtió en familiar.

Con los guiones de Goodwin el personaje avanzó con unos modales algo Bond, escenarios internacionales, lucha oriental, naves secretas de submarinos y un disfrute pop en el que cabía casi cualquier argumento. Con los dibujos de Al Williamson avanza en el realismo fotográfico, que habían desarrollado en las series melodramáticas de los cincuenta y retrocedió hacia el sabor del segundo Alex Raymond, el que hacía las tiras diarias de Rip Kirby. El resultado es una delicia pop de retromodernidad, de nostalgia con hielo, diálogos secos, peinados, decoración, arte y coches modernos entre referentes, sombreros, trajes y homenajes clásicos.

Hay personajes sacados de Flash Gordon metidos en conspiraciones de o pereta austrohúngara y autorretratos de Al Williamson encarnando al héroe y de sus amigos y familiares para encarnar malvados. En la narrativa de Williamson, constreñida al formato de la tira diaria (un cartucho alargado con trama en dos o tres viñetas) el primer plano de la emoción está en los rostros hiperrealistas; el de la acción, en la mano; la ambientación cabe en una viñeta cuadrada y la acción se estira horizontalmente de manera magistral haciendo planos generales.

Son las historias en noventa tiras de dos treintañeros perfectamente adaptados a la actualidad que se divierten en recuperar las lecturas de la infancia y recrean el delicioso encanto de una ingeniosa inocencia. Williamson, hijo de un play-boy colombiano, crecido en Bogotá (donde le animó a dibujar un amigo algo mayor, el historietista ovetense Adolfo Álvarez-Buylla, entonces en el exilio) admiró a Alex Raymond desde niño y cuando llegó a la tira de X-9 ya había realizado varios comic-books de Flash Gordon deliciosos y rememorantes y ayudado a John Prentice en la tira de Rip Kirby.

La editorial Dolmen, que recupera clásicos del cómic de prensa estadounidense (y mantiene al día Príncipe Valiente) lleva editados dos tomos que cubren el trabajo publicado desde 1967 a 1970.

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