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Cine

¿El mejor director de la historia?

¿El mejor director de la historia?

Un cinéfilo sostiene que Kubrick es el mejor director de cine de la historia por el siguiente motivo: dirigió solo doce películas, todas muy alabadas y de géneros dispares. Ciencia ficción (2001, La naranja mecánica), comedia político-bélica (Teléfono rojo), histórico de varias épocas (Espartaco, Barry Lyndon), thriller (Atraco perfecto, El beso del asesino), terror (El resplandor), drama con trasfondo sexual (Lolita, Eyes wide shut) y cine bélico (Senderos de gloria, La chaqueta metálica).

¿Es eso suficiente para calificarlo el mejor? ¿Ningún rival se le acerca? ¿Hay datos objetivos que reflejen a la vez el contenido subjetivo de sus obras y su legado? Dos prestigiosas webs de Internet permiten ponderar empíricamente opiniones de expertos y espectadores. 1) El agregador de críticas de cine Rotten Tomatoes calcula el porcentaje de críticos (con predominio anglosajón pero también aportaciones del resto del mundo que alzan o bajan el pulgar. 2) IMDB recoge valoraciones de decenas o centenares de miles de espectadores, valorando del uno al diez. Ambas páginas confirman la maestría de Kubrick: Ocho de sus doce películas reciben la aprobación del más del 90 % de los críticos, y nueve una puntuación superior al 8/10 en IMDB (para que se hagan una idea, solo cuatro películas superan el 9, ninguna alcanza el 10).

Sin embargo, repasando a la competencia hay casi una decena de cineastas con cifras parecidas y talento equiparable: Francis Coppola, Akira Kurosawa, Steven Spielberg, Alfred Hitchcock, Luis Buñuel, John Ford, Martin Scorsese y Federico Fellini.

Pasando al terreno subjetivo y personal, todos ellos tienen rasgos en común. Los fundamentales son capacidad para identificar buenas historias, sacarlas todo el jugo a nivel narrativo, y mucha personalidad y aplomo para imponerse en los rodajes. Kubrick definió precisamente el proceso de gestación de una película como intentar escribir Guerra y paz en un coche de choque.

Si bien otros lo disimularon más, mostraron algo más de mano izquierda, Kubrick se arrobó como plenipotenciario director de orquesta. Sin complejos y sin abusar del látigo. Controló absolutamente todo, desde el guion hasta el maquillaje; y a la vez contrató, escuchó, discutió con los mejores especialistas de cada área. En guiones adquirió derechos de autores tan variados como Nabokov, Thackeray, Stephen King, Anthony Burgess o Arthur Schnitzler; y coescribió los guiones con escritores algo menos populares, pero de fino talento como Arthur C. Clarke, Terry Southern, Dalton Trumbo, Jim Thompson o Michael Herr.

El director tampoco escondió sus paradojas o contradicciones vitales. Despreció la educación en su juventud y después abrazó la alta cultura con pasión. De mal estudiante pasó a prometedor f otógrafo y de ahí a consagrado director de cine. Se documentaba, investigaba, comparaba, dudaba hasta en nimiedades. Siendo un obsesivo del trabajo primó, sin remordimientos, la calidad sobre la cantidad. No le interesó hacerse rico, no dirigió películas como salchichas, no se distrajo produciendo o colaborando en proyectos de otros.

Fue, otro rasgo de bastantes genios, algo arisco, manipulador, visionario, provocador. El trailer de Teléfono rojo... es una micro obra maestra; para promocionar esa película y burlarse de los periodistas a la vez, en vez de utilizar a Peter Sellers, Sterling Hayden o George C. Scott, mandó solo a Slim Pickens, el garrulo aviador que suelta la bomba atómica.

Al fallecer prematuramente, Kubrick dejó un gran interrogante en el aire: ¿De haber vivido más tiempo habría parido alguna obra maestra más, o estaba ya -Eyes wide shut es la película peor valorada por los críticos- comenzando el declive creativo?

Como es una pregunta retórica, quedémonos con su grandísimo legado: la energía de Espartaco, el antibelicismo de Senderos de gloria o La chaqueta metálica, la finura de Barry Lyndon, Lolita o Eyes wide shut, el futurismo distópico-provocador de La naranja mecánica, el distópico-reflexivo de 2001, el terror sin apenas sangre de El resplandor, el humor negro y desatado de Teléfono rojo o el desestructurado guión del thriller Atraco perfecto. Películas que no perderán un ápice de garra y emotividad en muchas décadas venideras.

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