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Cómic

Vacaciones en Italia

Recientemente comentaba el último trabajo de Ulli Lust, "Cómo traté de ser una buena persona". No deberían de perderse su entrega anterior, donde narra sus desventuras adolescentes

Vacaciones en Italia

El tono de confesión personal que encontramos en su segunda obra se mantiene pero aquí todo es más desgarrador al tratarse de una adolescente, casi una niña. Lust nos cuenta su viaje de iniciación a Italia con apenas diecisiete años. Ella era una punki, una rebelde enfrentada a sus provincianos padres, que se larga sin dinero ni pasaporte a un sur idealizado, acompañada de una amiga aun más descerebrada que ella. El dibujo no está tan maduro como en su última obra pero ya es bueno y muy expresivo. Abundan las emergencias poéticas, momentos del relato que Lust subraya con grafismos atrevidos e innovadores. Pero sobre todo lo que resulta subyugante vuelve a ser la historia, la fuerza arrolladora del relato. Ya suponemos que a las dos amigas les van a pasar mil putadas en su periplo italiano. Lo que fascina es cómo lo cuenta, como lo interioriza y luego nos lo transmite. Sentimos esas mil miradas de los machitos italianos poco acostumbrados a ver mujeres vestidas de forma llamativa. Las abordan una y otra vez, con poca delicadeza. Mientras nuestra heroína vive junto a otros punkis y colegas que van encontrando por las calles todo va bien. La cosa se complica y mucho cuando se desplazan al sur y más cuando ella se queda sola. A las miradas les suceden las agresiones directas, con situaciones tan complicadas como que ella decide "hacerse novia" del chaval que la ha violado porque la alternativa, vagar sola por las calles, es aun peor. Lust no se recrea en sus penurias, su mirada es la de una superviviente que hace lo necesario para ir tirando. Incluso encuentra espacio para el humor, aunque la mayoría de las cosas que le pasan son espantosas. Al final interviene la mafia con lo que el asunto acaba siendo casi de vida o muerte. En la actualidad esta novela gráfica está prácticamente descatalogada. Pero si este verano se la encuentran en algún mercadillo no lo duden y háganse con ella. Es imprescindible.En fin, Josep Maria Blanco era un encanto de hombre, un peleón, un trabajador incansable que supo compatibilizar su labor en una entidad bancaria con su oficio de historietista. Nunca descansó, siempre tuvo una sonrisa para todos y sus creaciones permanecerán. Ya lo echamos de menos.

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