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Fantasías sobre teclas

Frederic Chopin. Wikipedia

Reconoce nuestro refranero que es de bien nacidos el ser agradecidos y no es baladí la recomendación pues en estos días solemos dar por descontado el que se nos proporcione alguna placentera experiencia artística sin que parezca que deba reconocerse al proveedor de tales ágapes, como por ejemplo los musicales, el merito que esa dadiva merece.

Uno de esos proveedores de placeres musicales son los organizadores de las veladas valldemosinas del Festival Pianino. Año tras año nos deleitan con la presencia de enormes figuras artísticas, músicos a los que su juventud no hace más que elevar el nivel de admiración que nos provocan con sus interpretaciones de las que podemos disfrutar, y lo hacen trayendo figuras que ahora nos son asequibles pero que con toda seguridad en el futuro tan solo podremos disfrutar de ellos bien viajando a teatros de campanillas bien acudiendo a la música previamente gravada pues son artistas que crecerán muy mucho en los años venideros.

Este año no es diferente; el primer concierto vino en la forma de un regalo transfigurado en un joven pianista ruso Alexey Sychev, que nos subyugo con una magistral manera de extraer la mejor música de un piano, Liszt, Debussy, Granados, Prokofiev, Ravel y por supuesto Chopin; un concierto simplemente superior. Cuando escribo éstas líneas todavía no he podido gozar de los próximos cuatro conciertos que se antojan de lo más prometedores; Agnieszka Korpyta, Matthieu Schweiger, Paula Ríos Vazquez y Akiko Ebi, al teclado como dirían los Jazzistas y el cellista Christophe Coin completaran ésta nueva edición del Festival Pianino. Éste año además nos viene un actor por añadidura, se trata de un piano Playel como el que utilizaba el propio Chopin lo que permitirá el poder escuchar la música del compositor polaco casi al modo en que sonaba en sus días; que más se puede pedir; quizá algo más de apoyo por parte de las autoridades que se dicen culturales aún cuando ello encierra cierto peligro de que se intente utilizar una muestra musical de forma espuria.

Los que solemos tener ese especial morbo, entendido en su acepción más formal, musical sentimos una especial veneración por todos aquellos que nos hacen la vida más llevadera, incluso más agradable, siempre con la ayuda de esos garabatos negros plasmados sobre las cinco líneas de un pentagrama, que unos nos legaron y que unos pocos transforman, en su condición de magos, en verdaderas joyas musicales que duran quizá unos pocos minutos pero que se fijan de forma incólume en nuestras memorias, es lo que yo suelo llamar "noches mágicas". No me queda más que decir Gracias.

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