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Alicia en el país de Oxford

La nueva intriga con la que Guillermo Martínez se llevó el premio "Nadal"

Lewis Carroll.

Antes de dar razones para aconsejar la lectura de este último premio "Nadal" (el que tan alto prestigio tuviera), hagamos una cata en las no razones para leerlo. Veamos. En tiempos de espectáculo y banalidad como los que corren, ¿leería usted un libro donde en un par de páginas - hacia la número 100- se mencionan la campana de Gauss, la última conferencia de Gibbs, al gran Gödel, el axioma de elección, los actos de libertad de Browner, los oráculos en las máquinas de Turing no deterministas y las geometrías no euclidianas? Es más: ¿se atrevería con una novela donde hay desde dibujos geométricos (p. 274) y escaleras de palabras para convertir DEAD en LIVE cambiando una sola letra de cada vocablo por vez (aunque se dé la solución pasadas las doscientas páginas, no digo más)? Por último: ¿se haría con una novela que se basa en Alicia en el País de las Maravillas, esa obra que todo el mundo dice haber leído y que tan pocos han leído? Tras haber respondido que no a estas tres preguntas, advierto que tales negativas ni impiden ni hacen tropezar la lectura de una novela de intriga muy bien escrita.

Ganó el Premio con un jurado en el que formaban Bartlett, Care Santos, Lorenzo Silva, Trapiello y Emili Rosales, tras haberse corrido la trola por el vertedero de las redes de que el premiado sería Guelbenzu y no había más que hablar. Sin embargo, no deja de hacerme gracia que la obra se hubiera presentado al galardón bajo seudónimo y fuese tal cosa considerada como garante de la imparcialidad del tribunal. Una narración que protagoniza el professor Seldom, al que ayuda el meritorio matemático argentino Guillermo, en la que investiga el inspector Petersen y se desarrolla en Oxford, sería un insulto a los jurados considerarla de autor desconocido, pues son los mismos perso najes de Los crímenes de Oxford, la novela de Guillermo Martínez (argentino y matemático) que llevó al cine Álex de la Iglesia, con John Hurt y Elijah Wood como principales actores, y que cuenta con algunas secuencias que aún me sonrojan (sí, la de los espaguetis). Argumento: ha pasado un año desde el anterior caso (estamos en 1994: la novela, de haber existido móviles entonces no valdría), funciona una "Hermandad Lewis Carroll" formada por damas (pocas) y caballeros muy oxonienses ellos (estirados, alcohólico alguno, yonquis del té otros€) que da el visto bueno a las publicaciones del autor de Alicia que vayan a ver la luz. Pero una joven investigadora descubre, al parecer, el contenido de una de las páginas de los diarios de Carroll que fuera arrancada de los mismos tiempo atrás y que aclararía de una vez por todas las reacciones contrarias a que Lewis continuase frecuentando a las niñas Liddell y fotografiándolas. Enseguida, llegan los accidentes (presuntos), los crímenes, los envíos de fotos perturbadoras a los honorables miembros de aquella Sociedad, suicidio€ todos los elementos de una novela de intriga fina a la que, en efecto, nada obstaculizan sus referencias borgianas o de Eco o de docenas de lógicos y matemáticos. Al contrario, enriquecen muy mucho. El eje central vuelve a ser Seldom, tan bien pintado por el narrador personaje: "Iba en su postura típica, la cabeza baja, el paso largo, con el torso algo avanzado, embistiendo hacia delante, una mano dentro del bolsillo del pantalón, y en la otra un libro, que parecía grueso y pesado. Vi en el cénit de su nuca, entre el pelo grisáceo, un principio de tonsura que no había advertido hasta entonces. Pero aun así conservava un andar enérgico, como si hubiera en él una fuerza física tranquila y reposada que nunca hubiera necesitado ejercer" (p. 56). De modo que si el "Nadal" no ha descubierto este año una nueva voz, sí ha premiado un libro de búsquedas e incógnitas en una trama policial que consume seis o siete horas de muy plácida lectura. Y una no bobada final: qué bien editado está, sin que se desencuadernen las páginas, qué cosa tan infrecuente.

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