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Richard Corben, la sombra de un gigante

El balance de Sombras en la tumba es muy positivo. Son sencillas historias de terror con una gran atmósfera y una vigorosa visualización. Corben se abandona a sus tendencias más caricaturescas y distorsionadas y dispara los juegos de luces

Richard Corben, la sombra de un gigante

Muchas giran en torno a vicios comunes: lujuria, ambición, arrogancia, codicia... Demuestran un gran estado de forma. No olvidemos que en 2016, cuando se publicaron por primera vez estos relatos, el autor tenía 76 años. Podemos observar que ha alcanzado una completa libertad. Nunca se esforzó mucho por los personajes del fondo o por contener sus distorsiones. Pero ahora deja claro desde la primera viñeta que estamos en su territorio y jugamos con sus reglas. Esas normas cambian constantemente, como bien demuestran sus acabados. Cuando creemos saber en qué consiste su técnica, la abandona. Obviamente, se mantienen algunas constantes, como son los degradados y el gusto por la volumetría. Pero aquí contrasta más los negros y allá explora nuevas texturas con su línea. Nunca se está quieto y eso es algo que todos sus seguidores le agradecemos.

Por cierto, somos unos cuantos, como se demostró recientemente en Angulema. No solo por las continuas colas que abarrotaron su exposición los días del festival, con visitantes encantados de contemplar una nutrida selección de originales, que representaban las diversas etapas de su larga carrera. También porque la tirada de sus catálogos se agotó con rapidez, en parte por la venta a través de internet, pero también en directo a la salida de la muestra. 2000 libros vendidos en unos pocos días, no está mal. Jaume Vaquer aseguró la participación mallorquina cediendo amablemente la portada de Mundo mutante para la ocasión. El asunto despertó tales entusiasmos que algunos se han apresurado a prolongarlo, inventándose una exposición fantasma en Mallorca. Desde aquí, como orgulloso colaborador de la muestra de Angulema, les aseguro que no habrá una expo Corben en Palma este año. Algunos blogs hasta afirman que va a ser peor que la de Francia. Por supuesto, ya que no se hará.

Aclarado ese punto, volvamos a nuestro cementerio. La intención de Corben con esta obra era retomar el espíritu de las clásicas historias de la E.C. Relatos cortos que pueden leerse de una sentada y que van acompañados de un narrador, que asegura una cierta continuidad. Según declaró, la serie contendría "monstruos, cadáveres vengativos y marionetas mutantes, payasos sobrenaturales y más. Probablemente nada de vampiros y hombres lobo porque considero que se han hecho hasta la extenuación". Cumple con su palabra y nos brinda una generosa ración de historias de terror, pobladas por criaturas poco habituales. Técnicamente la que más llama mi atención es Elegir a ciegas, protagonizada por una joven invidente que recupera su visión gracias a una misteriosa tribu de indígenas. Lo que hace el dibujo es reflejar el mundo en el que vive la chica, poblado de negros profundos, sombras difusas y blancos cegadores. Pero casi todos los cuentos tienen algún elemento de interés. Obviamente, prima el desarrollo precipitado y el final sorpresa, no hay tramas elaboradas y en más de un caso Corben parece conformarse con construir una atmósfera y dejar que los personajes se paseen por ella, sin atender a lógica alguna. Ha declarado que cuando escribe para él se preocupa antes por la visualización, manteniendo la narración en un estado muy maleable, los textos llegan al final. Así que esa teoría de "la imagen primero" se impone, a veces para bien y otras no tanto. Su puesta en escena es tan poderosa que hasta cuando no nos cuenta nada encontramos algo fascinante en el dibujo.

Temáticamente, hay varias historias con niños, siempre expresivos en sus manos. Salen en Perder el hilo, en la muy salvaje Cumpleaños o en El reto. La codicia se aborda con un asunto recurrente: los herederos que no pueden esperar a que el pariente muera para pillar su parte, como en la siniestra Un plan turbio, o que reciben su castigo desde el más allá, como en Legado de odio. Notamos sus variaciones sobre temas clásicos como Dorian Grey en Imagen en el espejo. Sus tendencias más voluptuosas aquí se mezclan con el horror así que los amantes están dispuestos a poseer a sus queridas muertas, los maridos se alzan de la tumba y se inventa otras grimosas variantes. Sumen a ello historietas recuperadas, como la del dedo gordo del Big Foot, y alguna colaboración tan disparatada como el relato de culturistas escrito por Jan Strnad. También aparece su hija Beth participando en los grises y en el guión de La isla.

Y luego, por supuesto, está Denaeus. Aunque aquí se agrupa al final, en su momento se publicó por episodios, repartidos entre las otras historias cortas. Era la única que tenía continuidad y su lectura seguida nos permite apreciarlo como un relato completo, con un sentido y un tono diferentes. Es una gran pieza dramática, a la manera de Corben. Obviamente el nombre del héroe nos remite a su héroe más conocido pero los parecidos son escasos. Creo que solo hay un pasaje, el del canibalismo, que lo emparenta con su ancestro Den. Pero, aparte de esa coincidencia, Denaeus está muy enraizado en los clásicos mitos griegos. Quizás pasados por el filtro de Harryhausen pero eso da igual. El destino ciego que nos señala con su dedo fatal, los caprichos de un tirano, las desgracias que se abaten sobre la familia, el amor romántico y apasionado, la aparición de versiones de Gorgona y el cíclope... Todo es muy disfrutable en Denaeus, es un trabajo mayor lleno de encanto, épica y drama, de sentimientos desesperados, amores imposibles y sed de venganza. Los momentos cargados de intensidad visual se suceden: el plano de la hermana muerta, la violentísima y sangrienta lucha contra el cíclope, la brutal viñeta grande con el cíclope sangrando y a punto de zamparse a un soldado, las escenas marinas, la pareja que se despide entre piedrecitas y deliciosas texturas... Es una historia redonda y narrada de forma vigorosa. Corben al más alto nivel. No pueden perdérselo.

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