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Novela

Los secretos debajo de la alfombra

Gábor Schein explora en El sueco los problemas que arrastra, tras un prolongado silencio, la crisis de identidad

Los secretos debajo de la alfombra

En 2007, la doctora Bíró, del Hospital Mental Lipótmezei, de Budapest, recibe una carta de Suecia. Un anciano diplomático moribundo le pide que visite y ayude a su hijo a encontrarse con su pasado oculto. Ervin, así se llama el hijo, fue adoptado en un campamento de refugiados austriacos para brindarle una vida mejor en Escandinavia de lo que podría haber esperado. Tras la muerte de su padre, visita a la mujer y se enfrenta al misterio de su infancia.

El sueco, de Gábor Schein, que acaba de ver la luz gracias a Acantilado, es un intenso thriller sobre la identidad que absorbe al lector desde el primer momento. Incluye alguna que otra oscilación ilógica en su poco más de 200 páginas, pero el conjunto acaba diluyéndose en una creación reflexiva de alta calidad literaria. Schein, del que jamás había leído nada, mantiene, con caracteres bien dibujados y un estilo minimalista, la atención sobre la historia de un niño adoptivo cuyo destino se presenta más fácil de lo que podría haber esperado de su nacimiento pero que no pudo vivir una vida realmente feliz porque era ajeno al laberinto de su vida. El destino, en definitiva, no lo dirigió: simplemente lo sufrió, y su padre debe enfrentarse finlmente a la decepción posterior que produce el prolongado silencio.

Este conflicto sobre la identidad permanece incrustado en el momento histórico que convoca en cada una de sus etapas: la revolución de 1956, Janos Kadar, el socialismo de los años sesenta y la Hungría del 2000. El sueco conjuga todo eso y algo más: la incapacidad del Instituto Nacional de Psiquiatría y Neurología, el destino de los pacientes, la crisis de personalidad, la dictadura socialista, la enfermedad mental, la investigación, el amor y el matrimonio roto, las relaciones entre padres e hijos, etcétera. El lector llega a pensar que cualquiera de los elementos que se van sumando a la trama merecería por sí solo ser protagonista de una novela. El pequeño volumen del libro puede que dificulte la propia explicación del pasado pero también es posible que el objetivo de Schein sea precisamente las historias que se tienen que aprender de él, no aquellas otras que podrían ayudarnos a entenderlo.

La gran pregunta que plantea El sueco y que se mantiene abierta es cómo avanza la comprensión de Ervin después de descubrir su verdadero origen. El propio libro se niega a completar el círculo hermenéutico desde el que podamos entender mejor el mundo o entendernos nosotros mismos. Pero, a la vez, este hecho, aunque discutible, es probablemente uno de los grandes méritos de la novela. En cualquier caso es en la propia narración donde se encuentran las soluciones

Gábor Schein muestra con eficacia que los secretos tácitos son problemas escondidos debajo de la alfombra y que ocultos arruinarán vidas. Ervin se percata de ello y percibe que la dirección no es la correcta cuando ya está en medio de la carretera. La lección final de El sueco, una novela de un autor húngaro minucioso que se lee con atención y cierta inquietud, es que podemos perder muchos años descubriendo dónde cometimos el error.

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