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Derechos laborales

Los músicos aún deben luchar por alcanzar conquistas sociales básicas

Fotograma de Ensayo de Orquesta de F. Fellini.

Hace unos días saltó a los medios de comunicación que una orquesta con sede en Madrid pretende pagar a los músicos de refuerzo en especie, les ofrece tres entradas para un concierto y el razonamiento es el siguiente: para estos músicos es ya una oportunidad tocar en la orquesta. Llevo muchos años escuchando planteamientos similares y algunos más humillantes. Hace un par de años, desde el Ayuntamiento de Barcelona se quiso estimular una participación de los músicos en materia turística, impulsando su trabajo en los hoteles de lujo de la ciudad condal. Se argumentaba que el pago de la comida ya era suficiente para recompensar su trabajo. El escándalo fue tal que todo quedó en nada -y los hoteles que participaron acabaron pagando por los servicios prestados-, pero tengo la sensación que los gobiernos del cambio llegaron con una concepción de la música como del antiguo régimen: los músicos que nos entretengan y ya se les da unas migajas de las sobras del banquete.

Hay una constante indefinición en el sector que está haciendo mucho daño. Una cosa es que existan prácticas estudiantiles como en cualquier profesión - de hecho, las orquestas asturianas tienen un convenio con el Conservatorio Superior para que sus alumnos participen con ellas en alguno de sus proyectos cada temporada- o que se impulsen formaciones juveniles con reglas claras y objetivos pedagógicos muy definidos y otra muy diferente que se trate de obtener mano de obra mal pagada. Mientras las orquestas públicas cumplen al cien por cien con requisitos laborales recogidos en sus convenios colectivos, en otras agrupaciones no siempre sucede así. Encontramos, por ejemplo, algunas que no dan de alta en la seguridad social a los músicos durante los ensayos y que sólo cotizan por ellos las dos horas del concierto. Y muchas más irregularidades, algunas de las cuales entran de lleno en el territorio del fraude fiscal.

Conviene también decir que hay músicos que entran a este juego y esto es lo que propicia la picaresca. Muchos profesionales son muy estrictos en la defensa de sus derechos laborales con la orquesta que les tiene en plantilla. Sin embargo, las exigencias se desinflan cuando se trata de hacer un bolo que se paga de cualquier manera y sin condiciones dignas.

Falta en nuestro país una regulación más estricta y también una vigilancia de las autoridades hacia las formaciones de carácter privado para que cumplan los mismos requisitos que las que sí están sometidas a un control minucioso por su carácter público o de financiación pública. Las reglas de juego han de ser las mismas para todos. Las orquestas públicas cumplen una función social y su fin no es el de ganar dinero, no tienen ánimo de lucro. En las privadas sí se busca un legítimo beneficio económico, pero este ha de estar homologado por un marco laboral que no sea lesivo para los músicos que deben gozar de una marco laboral regulado y estable.

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