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Què és cultura?

De la Cultura al multiculturalismo

Hablar de cultura siempre resulta un embrollo porque hacerlo equivale a reducir la definición a valores individuales

De la Cultura al multiculturalismo

Si alguien está interesado en definir aquello que denominamos "Cultura" puede hacerlo consultando las páginas que ofrece cualquier buscador de internet. Si consigue una definición unánime ¡Bravo! Merecerá, por lo menos, escribir en esta columna su reflexión, de lo contrario, no se preocupe, no existe esa definición universal, rotunda y sin aristas. Yo afirmo que por suerte.

Hablar de cultura siempre resulta un embrollo porque hacerlo equivale a reducir la definición a valores individuales, aunque algunos lo han hecho con fortuna, es el caso del británico Edward B. Tyler (1832-1917) que define la cultura como "el conjunto complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, ley, costumbre y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad". A partir de ahí pueden verterse nuevos valores y conceptos que amplíen el espectro del vocablo hasta pervertirlo.

Siguiendo en el entorno británico, T. Eagleton apunta en el prefacio de su reciente libro titulado explícitamente Cultura, "El concepto de cultura es multifacético" y abre el primer capítulo afirmando que "es una palabra excepcionalmente compleja" y más adelante "es una cuestión de valor". Y aporta un argumento que para mi resulta clave, "la cultura entendida como arte puede ser de vanguardia, mientras que la cultura como forma de vida es sobretodo una cuestión de costumbre". A partir de ahí, cada cual denomina cultura a cualesquiera de las manifestaciones que se producen desde la tradición o el conocimiento, aunque este sea solo taurino o futbolístico.

Como el debate sigue estando abierto, veamos dos valores ideológicos opuestos. El tándem Lipovetsky-Serroy escribe "Más allá de la cultura ilustrada y noble, lo que se impone es la cultura extendida del capitalismo, el individualismo y la tecnociencia en La cultura-mundo. En el otro flanco, Marc Fumaroli en su inmenso París-Nueva York-París, aboga por el mantenimiento de los mitos clásicos frente a la demonización aireada por Lipovetsky-Serroy, a los que dedica una breve perorata al final de libro, "imposible ser más descarnado que esos dos filósofos del vacío, de las pantallas y de la red mundial". Un debate que no cesa.

En este punto, conviene echar un vistazo a las denominadas "políticas culturales", propensas a glorificar acciones de empaque cultural, cuando no son más que presuntuosas formas de glorificar al político de turno, más allá de la gestión cultural que la definiría y la propagaría. La sociedad, la nuestra también, necesita políticas abiertas hacia nuevos ámbitos y aplicar gestiones más allá de la propaganda y la identidad. Los cambios que se avecinan (de hecho, ya los sufren algunos países) tienen formas demasiado evidentes con resonancias del pasado (con resultados desastrosos).

De ahí que la Cultura adquiera un valor esencial para todas las comunidades, su imbricación en el tejido social resulta imperativa para cohesionar una sociedad libre y participativa. Como lo es la igualdad, la equiparación y distribución de la riqueza. Hace poco, Daniel Innenarity escribió en El País un artículo sobre el fin del multiculturalismo para decir: "suele ocurrir que quien es excluido culturalmente sea desfavorecido económicamente", a lo que puede añadirse: y viceversa.

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