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Stan estaba ahí

Stan (Lee) ya no está. Su gran aportación al séptimo arte ha sido por su labor de productor, supervisor creativo y relaciones públicas más que como creador puro

Stan estaba ahí

Plano corto. Mallrats (Kevin Smith, 1995) Dos adolescentes empanados se refugian en un centro comercial para lamerse las heridas de sendas rupturas sentimentales. En un momento dado uno de los chicos, fanático de los cómics, se topa con Stan Lee y entra en shock. De la interacción con ambos quedan frases como el gag "¿Sabes? Creo que deberías buscarle ayuda [a su amigo]. Está obsesionado con los órganos sexuales de los superhéroes."

Plano intermedio. El periodista y humorista Mark Peters ha resumido la biografía de Stan Lee con estas cariñosas palabras: "Un frustrado aspirante a novelista de mediana edad que, justo cuando estaba a punto de tirar la toalla ayudó a revitalizar los superhéroes y toda la cultura pop. Lee fue muy hábil creando cómics mensuales como rosquillas y vendiendo esas rosquillas pretendiendo que eran (lo que ocurría con frecuencia) sensacionales. Sus cameos en el cine son tal tesoro que hasta la DC [la archirrival competidora de Marvel] se sumó en una ocasión a su fiesta."

Plano general. Además de la inexcusable Wikipedia, el portal de cine IMDB, mucho más empírico, da una excelente pista de la polivalencia y ubicuidad de Lee. Como guionista (por figurar como cocreador de muchísimos personajes de la Marvel) aparece en 217 ocasiones. Como actor (todo cameos, era incapaz de memorizar dos líneas de texto seguidas), en 121. Como él mismo (no simulando ser un personaje/figurante ficticio), en 218. No faltó, por supuesto, en la serie Los Simpson. Sumar tres apariciones ahí es equivalente a una condecoración militar. Como productor, 154 créditos, además de varios puñados como miembro del departamento artístico, de animación, banda sonora (cantando en Los Simpson) y editor (una fugaz incursión). Todo esto en los últimos cuarenta años, cuando prácticamente había colgado sus lápices de dibujo.

Travelling. Hasta que la Marvel apostó fuerte por el cine, tras su cuasi desaparición, la presencia de cómics en la gran pantalla era intermitente. Con el granito de arena aportado por Stan Lee, el género de superhéroes adaptados del cómic salió de un nicho que parecía vallado con concertinas. Sí, es cierto, cada lustro resucitaban a Superman, Batman o Spiderman con resultados aceptables. Pero no pasaba de ahí, por inercias y prejuicios de todos los implicados, creadores, productores y espectadores.

Marvel se la jugó en el cine a todo o nada tras su amago de muerte súbita (suspensión de pagos salvada in extremis) a mitad de los 90. Comprendió que la dicotomía rígida entre minoritario cine de autor y cine taquillero populachero se podía superar flanqueándola. Detectó que el cepo más peligroso, el que atrapaba y atrapa con demasiada frecuencia a los rivales de DC, era despreciar la inteligencia del espectador. En vez de considerar que para adaptar un cómic la mano de un director o actores reconocidos era inapreciable para el público, que bastaba una sobredosis acción y efectos especiales, no escondieron la chequera. Por el Universo Cinematográfico Marvel han pasado directores como Guillermo del Toro, Sam Raimi o Bryan Singer, se han reciclado ex actores como Jon Favreau, y han desfilado actrices y actores sobrados de talento como Cate Blanchett, Ian McKellen, Anthony Hopkins, Tilda Swinton, Benedict Cumberbach, Scarlett Johansson, Hugh Jackman o Paul Rudd. En los guiones matizaron y enriquecieron a los personajes (verbigracia Logan o el Doctor Strange indisoluble de las neuras de Ditko), ampliaron el espectro social y de género (Black Panther; aquí la DC igualó set con Wonder Woman), mostraron que el humor no es anatema en ese género (Deadpool, y Thor o Iron Man en menor medida). Por último se lanzaron, como otras ambiciosas franquicias, a por las audiencias cada vez más sedientas de los países orientales, árabes o eslavos.

En el despegue, o resurrección de la Marvel como productora audiovisual, Lee tuvo que tragarse el agridulce sapo de ser rebajado como amanuense y aúpado como mascarón de proa. Avi Arad y David Masiel, con no pocos altibajos y derrapadas, lograron convertir la productora en una panzerdivision imparable a nivel de ingresos.

Lee no hizo ascos a su nuevo trabajo, doble. Primero de sabio; al ser coautor de muchos personajes, al haberse tirado un montón de horas, noches y fines de semana, en la mesa de dibujo peleándose sufriendo y riendo con ellos, los conocía mejor que nadie y sus sugerencias fueron escuchadas. En la faceta promocional fue también un rostro ideal, una cara amable y curtida a la vez, para poner rostro a la corporación. Lo que se denomina pomposamente 'embajador' de la empresa. Sus cameos, aparte de capricho, reforzaron su rol diplomático para regocijo de todos.

The end. Como creador de cómics es una pena que el protagonismo de Lee haya supuesto el arrinconamiento, la minoración del mérito y talento de compañeros como Kirby o Ditko. Como productor y supervisor creativo, en su reciente etapa cinematográfica, ha dejado hasta el final una marcada huella de sabiduría y cercanía.

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