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Les presento a Philip Kerr

El otro lado del silencio y Azul de Prusia, las últimas entregas de un autor al que echaremos de menos

Philip Kerr.

Imagínense la escena. A un detective muy candidato a sufrir chantaje por su turbio pasado durante la época nazi, lo convoca a una cena en un restaurante de la Costa Azul un jefazo de la Stasi, la policía política de la extinta República Democrática Alemana, hombre de presente muy sucio. Corre la mitad de los 50 del XX y la mesa desborda manjares, a pesar de la esperable sobriedad comunista. Nuestro hombre ve con repugnancia la comilona de su anfitrión del Este y evita participar en ella; pero teme por su vida. Quiere manifestarle rechazo a su interlocutor por la propuesta que le hace (asesinar a una mujer); pero lo rodean matones. De modo que opta por la ironía: "En esta mesa hay comida abundante. ¿Esperamos a alguien más?", pregunta. Y suelta el trapo sarcástico: "¿Al Ejército Rojo, por ejemplo?" Ya lo ha dicho, ya se ha burlado. Es una secuencia de Azul de Prusia y acabo de presentarles a Bernhard Gunther, "Bernie", el héroe de las novelas más populares de Philip Kerr. Seguro que muchos ya conocen a Kerr, pero acaso no sobren una cuantas líneas para llorar a este más que prolífico escritor escocés tan culto y tan entretenido que nos dejó al comienzo de la primavera, a los 63 años, con grande disgusto de quienes seguíamos sus libros en busca de las dosis de acción e historias de nazis con intriga policial que con tanta generosidad nos daba cada año.

Desde que cerca de 1990 cuajó la personalidad de su Bernie, la obra de Kerr fue un no parar. Exploró el frente de asesinos en serie con Una investigación filosófica, apuntando ya maneras al llamar "Wittgenstein" a su protagonista. Exploró la novela juvenil. Exploró el mundo del fútbol, sin llegar a triunfar del todo la cosa: algún bostezo se escapa con Mercado de invierno o La mano de Dios. Pero exploró, sobre todo, el mundo sórdido y putefracto de las cloacas nazismo mediante las novelas policiacas de la serie de Bernhard Gunther. Del nazismo desde dentro. Me refiero al nazismo contando por un policía de la "Criminal" (la Kripo alemana), nuestro Bernie: por alguien que investiga el asesinato en primer plano de una persona cuando se está matando a millones, palabra de Kerr. Lo fue cartografiando desde Violetas de marzo (así llamados los nazis subidos al tren arrollador del partido cuando ya estaba en marcha) hasta su aún inédita en español Greeks Bearing Gifts (a saber cómo se traducirá aquí este "Los griegos que llevan regalos"). Bernie es un superviviente de todo. Cuarentón cuando comienza la II Guerra; promocionado a inspector jefe; purgado por socialdemócrata; empleado en la seguridad del mítico hotel Adlon berlinés; comisario; reclutado por las SS, donde conoce a monstruos del tamaño de Heydrich (quien, por cierto, era gran lector de novela negra), o Goebbels, para quienes se ve obligado a trabajar; cautivo de los soviéticos; perseguido por la Stasi; residente en las ciudades clave de la Europa de los 40 y 50, pero también en Argentina y La Habana, balnearios para nazis huidos; y hasta conserje de hotel en Cap Ferrat, en la Costa Azul. Siempre (casi) el mismo esquema narrativo: un crimen o varios crímenes, Bernie investiga y recuerda la época nazi. Así ocurre en la (¿demasiado?) larga Azul de Prusia: el encargo arriba dicho y acción paralela con una investigación del pasado, con asesinatos ocurridos en Berghof, la segunda residencia de Hitler.

¿Por dónde comenzar con esa estupenda serie policiaca? ¿Por orden cronológico hasta completar la docena de sus casos? Buena opción. Pero aconsejo, sin embargo, hacerlo por la penúltima: El otro lado del silencio. Y es que no pudo Kerr evitar escribir una novela a lo Somerset Maugham, al modo de quien fue en su momento un escritor también triunfante y espía, y homosexual en época dura. Y qué mejor que hacerlo convirtiendo al propio Somerset en protagonista, retratándolo con gran mano casi recluido en su villa de la Riviera francesa, en 1956, víctima de chantaje por su condición sexual en aquellos tiempos de los agentes dobles de Cambridge, obligado a verse con sus colegas Blunt y compañía, un Maugham de vuelta de todo, sabio y con un punto ácido, muy amargo. Sumado, claro es, a recuerdos de la Alemania nazi, como de costumbre. Si algo sobra en esa novela, a mi juicio, es tal vez la historia de la chica: se la ve venir de lejos. Pero ¿cómo resistirse a homenajear los giros de trama de El espía que surgió del frío? En ella está todo Kerr. Su ironía siempre: hablando de los pasados reinventados en provecho propio por los oportunistas, Bernie habla de la Resistencia francesa como "una organización que, a pesar de no existir ya, parecía estar aumentando cada vez más". Hablando de los ingleses, los desprecia: "En las dos guerras contra Alemania había visto cómo eran capaces de luchar hasta el último hombre norteamericano". También están los consejos: "Olvide lo que dicen los psiquiatras y los sacerdotes. Acepte el consejo de alguien que sabe de lo que habla". Como hizo Kerr.

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