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Cine

Romy, con mayúscula y minúscula

La película Tres días en Quiberon, estrenada hace poco en Francia, recrea la atormentada vida de Romy Schneider poco antes de morir. Su legado no es excepcional; no alcanzó el mito ni a ser una muñeca rota, un ángel caído

Deconstruyo su biografía, obra y las reflexiones que llevan décadas revoloteando:

(1) Tres días en Quiberón, docudrama de la realizadora alemana Emily Atef, se basa en una entrevista que el fotógrafo Robert Lebeck y el periodista Michael Jürgs le hicieron en esa localidad costera. El retrato es demoledor, la muestran alcoholizada, desequilibrada, atormentada, abrumada. Pocos meses después murió de un infarto, a los 43 años.

Aunque la actriz estuviera hundida en el pozo como lo estaba, hay que recordar que un año antes su hijo David, de catorce años, falleció por un estúpido accidente doméstico. Ese tipo de accidentes son extremadamente difíciles de superar por los progenitores. ¿Hubiera sido capaz de levantarse sin el infarto, o este fue provocado por su profunda depresión? Imposible confirmarlo.

Ramificación (duda filosófica). La familia de Schneider ha puesto el grito en el cielo por esta película, tildándola de carroñera. Tienen (algo de) razón en ese calificativo, aunque por otro lado las habladurías, la información parcial son un peaje obligatorio en profesiones de alta visibilidad. Exigir que todas las biografías, documentales o docudramas sean hagiográficos es utópico.

(2) De Sissi a La muerte en directo. En su relativamente corta vida acumuló 63 apariciones en la gran pantalla. Ganó escasos premios (varios César, una nominación a Globo de Oro y estatuillas menores). Sin embargo trabajó con un puñado de grandes directores como Orson Welles (El proceso), Luchino Visconti (segmento de Bocaccio ´70), Otto Preminguer (El cardenal), Joseph Losey (El asesinato de Trotsky), Robert Sidodmak (Katia), Costa-Gavras (Una mujer singular), Jacques Deray (La piscina), Adrzej Zulawski (Lo importante es amar) o Bertrand Tavernier (La muerte en directo). Ninguna obra magistral, es cierto, aunque las dos últimas citadas se aproximan.

Segunda duda filosófica. ¿La llamaron esos directores para hacerse una foto con ella en películas menores y aprovechar el tirón entre el público de su palmito? No hay respuesta categórica. Eso ha ocurrido desde el mismo inicio del cine (y en el teatro) y ha sido beneficioso para ambas partes la mayoría de veces.

En la filmografía de Schneider no se aprecia un talento desbordado. Tampoco mérito, se dejó encasillar. No aprovechó el mega éxito de la trilogía Sissi para vivir de las rentas. Intentó variar sus personajes entre los proyectos que le ofrecieron, que nunca son tantos como creen los neófitos. No sabemos si se le puso algún personaje magistral a tiro y lo dejó pasar; sí que fue avanzando, tocando palos, aceptando presencias fugaces (en A pleno sol no es citada en los créditos) o maldiciendo su suerte (El infierno de H-G. Clouzot, quedó inacabada por infarto del director y no fue completada y estrenada hasta varias décadas después de fallecidos ambos).

3) Infra, sobre, o humana a secas. Romy lo tuvo todo, una belleza que cortaba la respiración y un éxito profesional prematuro que le abrió todas las puertas del mundo, no sólo las de su oficio. Hasta el momento de la tragedia familiar, ¿fue feliz o desgraciada? Su entorno (familia, amigos, parejas), ¿la centraron o dispersaron? ¿Fue capaz, tuvo el carácter o la inteligencia, para controlar ella ese entorno?

Dos de sus películas más destacadas dan pistas sobre ello, por muy ficticias que sean. La piscina es una historia de cuernos protagonizada con el (según la versión oficial) amor de su vida, Alain Delon. Sin embargo su relación duró poco más de un lustro, sin pasar por la vicaría. Ambos eran dos de las personas más deseadas del planeta por su belleza. Es difícil deducir por qué no cuajó esa relación. Un millón de hipótesis (la incapacidad de él para la monogamia, de los dos, o uno de los dos, para el pico y pala de la convivencia con otra persona, las idas y venidas constantes de sus compromisos de trabajo) y un sólo desenlace, la separación. Lo importante es amar es una historia más sórdida, viene a sostener que el amor es una entelequia, un bluf, un señuelo de la sociedad para mantener unidas a las parejas. ¿Lo es? ¿Llegó a creer eso Romy?

Lo que ha dejado, lo que queda, es una mujer menos desgraciada que Marilyn Monroe, con varias películas más importantes a sus espaldas y un final prematuro, un hundimiento psicológico bastante comprensible, compadecible. Sobrehumana en su físico; humana, mucho, en la faceta personal.

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