Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Contar y pensar

Números, lenguajes y manos

El pensamiento, pero también el hecho de contar, ha ayudado a configurarnos como personas. Caleb Everett y Arthur Koestler nos lo explican en dos libros imprescindibles

Caleb Everett.

Podemos considerar la rueda un útil relativamente sencillo. Tanto que, en un entorno donde lo redondo y lo rodante abundan, se antoja complejo imaginar que el ser humano pudiera no haberla inventado. Sin embargo, muchas sociedades del pasado, alguna tan exitosa como la inca, vivieron sin ella. Aunque el concepto de rueda parece, pues, intuitivo, el Homo sapiens no lo posee de modo congénito. De forma parecida, un útil verbal como la palabra "once" resulta diáfano una vez representado, pero ello no significa que todas las personas que vivieron en el pasado e incluso algunas de las que viven hoy en día se encontraran o se encuentren familiarizadas con la cantidad precisa que semejante palabra denota. Así como hubo un momento en que no estábamos habituados a la rueda, pero aceptamos su utilidad al presentársenos una rueda real, así comprendimos el concepto "once cosas" una vez dispusimos de la palabra que lo ejemplificaba.

En Los números nos hicieron como somos, Caleb Everett rastrea el mundo de los números desde la óptica de la antropología, la lingüística comparada y la psicología cognitiva. Atendiendo a la experiencia que propicia la verbalización y la escritura de números, Everett reconstruye una aventura a menudo huidiza, en ocasiones paradójica, siempre fascinante: la historia de los números como invención con base lingüística. Entendidos como concreciones simbólicas de cantidades, los números son criaturas artificiales. Si bien las cantidades existen en la naturaleza (paradigmas reproductivos de las especies, tentáculos de un pulpo, ciclos de las mareas), los números son una invención humana. Los números no se adquieren sólo mediante mecanismos innatos. Estudios con bebés y con culturas anuméricas prueban que nacemos con un sentido numérico aproximado, que permite estimar cantidades (discriminar un conjunto de 8 elementos de otro de 16), y con la capacidad para diferenciar cantidades menores o iguales a 3 (cualquier miembro, de cualquier edad, de cualquier población humana, diferencia un objeto de dos objetos, dos objetos de tres objetos y tres objetos de un objeto), pero que más allá de estas capacidades sólo la innovación del número, la representación verbal o escrita de una cantidad específica, permite apreciar de manera consistente patrones cuantitativos de forma no ambigua.

Everett completa su tesis con una apelación a nuestra conformación biológica. En su concepción, la presencia de las manos juega un papel central. Tanto la simetría natural de las manos como el bipedismo invitan desde hace cientos de miles de años a fijarnos en ellas con especial atención. Así, el ser humano se dio cuenta de la correspondencia cuantitativa, especular, entre los dedos y, por extensión, de la correspondencia de los dedos con elementos externos. Esta identificación, según Everett, cobró vida en el lenguaje y propició un hecho como es la enorme abundancia de sistemas de numeración quinarios (dedos de una mano), decimales (dedos de las dos manos) y vigesimales (dedos de manos y pies). Sobre todo ello reflexiona este sugestivo ensayo, que contempla el universo de los números desde una perspectiva complementaria a las matemáticas.

Compartir el artículo

stats