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Más allá del conocimiento

La sabiduría de reconocer la ignorancia ilimitada

El matemático Marcus du Sautoy se asoma en ´Lo que no podemos saber´ al fascinante lado de lo que la ciencia aún desconoce

Marcus du Sautoy.

Se atribuye a Blaise Pascal la metáfora del conocimiento como una esfera que al aumentar de tamaño también incrementa su frontera con lo desconocido. Idéntica idea expresó John Archibald Wheeler: "Vivimos en una isla rodeada por un mar de ignorancia. Mientras nuestra isla de conocimiento crece, también crece la costa de nuestra ignorancia". Pero a estas ideas subyace, además de la inabarcable tarea de pretender el conocimiento absoluto, el planteamiento de que sólo es cuestión de tiempo y esfuerzo conseguir ganarle terreno a ese océano de lo desconocido. Sin embargo, la ciencia se plantea que quizás algunas cuestiones cuenten con una limitación añadida y que, por las propias leyes físicas o por las condiciones humanas, se sitúen tras un muro infranqueable que la inteligencia jamás podrá derribar.

Lo que no podemos saber, del matemático Marcus du Sautoy, pretende echar un vistazo a aquello que, tal vez, jamás podremos saber. Reconocer la ignorancia propia siempre ha sido impronta de sabiduría, desde que Sócrates acuñó su "sólo sé que no sé nada", pero quizás hay un espacio incognoscible que permanecerá para siempre ignoto. Y ¿es posible identificar aquello que sabemos que jamás conoceremos?

Du Sautoy divide en siete partes su volumen, una obra de lectura sencilla, amena y didáctica. Cada una de esas partes se cie­rra charlando con un experto en la materia que se aborda. Du Sautoy, catedrático de Matemáticas en Oxford, tiene el título de Profesor Simonyi para la Compresión Pública de la Ciencia, cargo que con anterioridad ocupaba Richard Dawkins, militante del ateísmo y muy combativo contra la religión desde la lógica del razonamiento. El autor de Lo que no podemos saber es, en cambio, más benévolo con los argumentos que sitúan a Dios en ese escurridizo espacio en apariencia menguante de lo que no sabemos e incluso conversa sobre la divinidad con John Polkinghorne, ex profesor de Física Matemática en Cambridge, presidente del Queens´ College y que acabó ordenándose sacerdote.

Cada parte de Lo que no podemos saber hace honor al subtítulo del volumen: "Exploraciones en la frontera del conocimiento". Se adentra en las murallas que afronta la ciencia en su indagación y comprensión sobre la realidad, ante las que parece estar desarmada. Más allá se intuye un amplio territorio en apariencia oscuro y que quizás jamás podamos alcanzar a desvelar.

Así, Du Sautoy explora primero el azar en los sistemas complejos que terminan por abrir la puerta al caos, que gobierna la meteorología, la economía o incluso la evolución de las especies. Después se adentra en la física de partículas y la existencia misma de la materia para preguntarse dónde estará el límite en el descubrimiento de estructuras más sencillas, al que quiere poner coto la teoría de cuerdas. La tercera parte explora el pantanoso mundo de la mecánica cuántica y su aparentemente ilógica incertidumbre para nuestras mentes, acostumbradas a habitar un mundo macroscópico.

El Universo en sí mismo también dibuja una frontera. La relatividad general de Albert Einstein ha propiciado una com prensión inimaginable del cosmos, permitiendo incluso establecer teóricamente grandes "monstruos", como los agujeros negros, cuya existencia ha terminado por corroborarse a la luz de los datos experimentales. La cuarta parte de Lo que no podemos saber se adentra en las limitaciones de nuestra exploración en el Universo; entre otras el hecho de que exista un horizonte cósmico (la distancia que la luz ha podido recorrer en el tiempo transcurrido desde el Big Bang) que nos hace intuir la existencia de otro universo oculto o, quizás, otras estructuras-universo de las que nada sabemos ni conoceremos jamás.

También Einstein se encargó de echar por tierra la idea newtoniana de un tiempo absoluto. Pero ¿cuál es la íntima realidad del tiempo? Cuando el espacio-tiempo comienza a ser un todo maleable, la pregunta sobre su realidad cobra sentido: se aborda en la quinta frontera del volumen de Du Sautoy.

Las dos últimas partes refieren cuestiones esenciales y ligadas a la propia comprensión humana: la conciencia, el protagonista de toda exploración científica; y las matemáticas, el lenguaje para esa indagación. En la primera, el autor se interroga sobre qué nos hace ser nosotros mismos, mantener esa insaciable curiosidad y obtener conclusiones, y si será posible crear consciencias artificiales. En la segunda, analiza las limitaciones del razonamiento matemático, su construcción axiomática y la abominable idea de que puedan existir conjeturas formuladas que jamás podrán demostrarse.

Pierre-Simon Laplace, una de las principales figuras de aquella vieja idea del determinismo científico según la cual conocidas las condiciones iniciales de cualquier sistema se podía prever de manera indubitada su evolución futura, exclamó en su lecho de muerte: "Lo que sabemos es poco, y lo que ignoramos, inmenso". Marcus du Sautoy, con una franqueza encomiable (él mismo admite que a algunos asuntos se acerca como un lego), concluye que quizás los límites a nuestro conocimiento, aunque existen y los que hay probablemente sean infranqueables (por ejemplo, los que establece la Mecánica Cuántica), son menos de los que creemos. Y cierra el libro con una referencia a Dios que a algunos lectores reconfortará y a otros dejará incómodos. Eso sí, le admitirán lo sugerente de su hipótesis: ¿Y si Dios fuese la solución a una ecuación? La clave será dar con ese enunciado divino.

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